Y luego está Poveda...
Permítanme que hoy no me entretenga en palos, ni en este o aquel toque y sí lo haga en las emociones ¿Han visto alguna vez en directo a Miguel Poveda? ¿Se han dejado ir a su abrigo? ¿Han permitido que Miguel se convierta en un trocito más de ustedes mismos? Se lo recomiendo. Es el cante de Poveda alimento para el alma. Llega siempre a tiempo, a nuestro rescate, a mi rescate en estos días en que uno nada entiende ni ya lo pretende…
Tiene Miguel Poveda una voz que rasga o matiza con una suavidad sublime para entrar en la maraña de nuestros adentros. Por Cádiz nos arrebata, al compás de la magia de sus compañeros, El Londro de Jerez, Diego Montoya y Carlos Grilo, llevándonos juntos por sus gloriosas alegrías. Por malagueña y abandolaos nos abre todos y cada uno de los poros de nuestro cuerpo para derretirnos. Y ya somos esclavos de su arte, arte que derrama a borbotones desde las tablas del Auditorio del Parque de la Compañía junto al toque de Jesús Guerrero y la percusión de Paquito González.
Conoce el cante, lo domina y juega con los registros de su metal como pocos hacen hoy en día. Y lo hace con libertad, con la licencia de quien no debe nada a nadie, sólo a él mismo, a los genes que su padre y su madre le regalaron cuando lo trajeron a este mundo y al esfuerzo de quien lleva más de 25 años batiéndose el cobre sobre un escenario.
Te lleva Miguel de la mano, despacito. Te embriaga en un tercio y te deja extasiado en el siguiente. Continuó su recital en Molina de Segura por Lole y Manuel para más gozo y más sensaciones encontradas. Para más rescates, no sólo el mío: Nuevo día, Todo es de color, Romero verde o Por primera vez a compás de bulerías. Se detuvo en la tierra, en Levante, por minera, acordándose de sus inicios y su triunfo en La Unión hace un par de agostos…
A Triana nos llevó por tangos recordando a El Titi para volver a remover al público murciano quien escuchaba el recital con un silencio monástico. Y de Sevilla a Jerez evocando otra época de su vida en la que según sus palabras «perseguía» a los grandes del cante jerezano para emborracharse de su duende (de ese que dicen que no existe) y Molina de Segura, hasta tu ex-suegra Miguel, más gozosa.
Iba acabándose la noche y no quiso Poveda irse sin una larga serie de coplas de esas que todos llevamos clavadas en nuestros adentros: Corazón loco, Bravo, La bien pagá, María de la O o los Tres puñales de cuya herida no conseguimos recuperarnos. Himnos para generaciones anteriores y tesoros para las que venimos, para las que estamos, para las que vivimos, para las que sentimos. Magia en su voz y latidos profundos en nuestros corazones.
Con el público a sus pies volvió emocionado Miguel Poveda para despedirse de esta tierra por fandangos. Tierra esta que es suya, tierra que le dio la gloria en La Unión y tierra que cada vez que mora por ella le ofrece el mejor y más cálido de sus aplausos. Ya les dije amigos, que hoy, hablaríamos de sentimientos…
Redacción: Gabriel Maldonado.
Fotografía: José Miguel Cerezo Sáez.