Un momento único que el recuerdo hará eterno
La noche del jueves, llegaba uno de los conciertos más esperados de la vigésimo sexta edición de La Mar de Músicas. Por dos veces se había cancelado la actuación de María José Llergo en Cartagena debido a la pandemia causada por el Coronavirus. La primera, tras el anuncio de la concesión del Premio Paco Martín a la Artista Revelación de las Músicas Globales, que le habría sido entregado durante el festival, en julio de 2020. La segunda en la 39.5 edición del Cartagena Jazz Festival, que se iba a celebrar en el mes de noviembre y que también tuvo que ser suspendida a causa de una nueva ola de la pandemia. A la tercera fue la vencida y la Llergo pudo recoger su premio el pasado 22 de julio en el escenario del antiguo Cuartel de Instrucción de Marinería de la ciudad portuaria.
De pie sobre el escenario, con un elegante mono negro cubierto con una vaporosa túnica roja, comenzaban a sonar las polifonías vocales de María José Llergo sobre las bases musicales creadas por Miguel Grimaldos. Ambientes vocales que el músico convertía en loops para servir de base a los versos que la artista cordobesa incluyese en las Cábalas, esa serie de videopoemas colaborativos para sanar el alma. Concretamente María José recitaría los versos de la tercera pieza, esa en la que colaboran los Voluble y Califato ¾ “De las raíces y el agua / que corren hasta su encuentro / son los hilos de esta voz / que me atraviesa por dentro / Son los pozos y sus lunas / que tiemblan como retamas / destapando tu belleza / de hermosa flor arrancada…”. Esos versos que se establecen, en la pieza musical original, bajo la musicalidad de la caña y que María José Llergo daría continuidad en el directo con esa maravillosa letra, que Morente hizo universal por soleá, en su disco homenaje a Miguel Hernández, “Yo no me he muerto de pena / porque no supe sentir / A mi corto entendimiento / Agradezco yo el vivir”.
Tras la puesta de largo de la propuesta de Llergo, subía al escenario Antonio Sánchez para acompañarla a la guitarra y juntos interpretar la “Canción de los Soldados”. Aquella cuya reivindicativa letra fue escrita por el cantautor José Antonio Julio Onésimo Sánchez Ferlosio, sí, Chicho Sánchez Ferlosio. La obra del autor madrileño ha sido interpretada por grandes de la música como Joan Baez, Víctor Jara o Joaquín Sabina. Ahora, gracias a la reivindicación de artistas actuales, como la inspiradora Silvia Pérez Cruz, que fue la primera de esta generación en rescatar la célebre “Gallo Rojo, Gallo Negro” para hacerla popular con su maravillosa versión, sus letras vuelven a cobrar vida. Sin ir más lejos, María José Llergo creaba una analogía para homenajear a los mineros asturianos con el preámbulo de Antonio Sánchez por granaínas, y ofrecer una versión de la Canción de los Soldados “Dicen que la patria es un fusil y una bandera / Mi patria son mis hermanos / que están labrando la tierra”. Antiguas letras que deben seguir siendo lecciones de vida.
Antonio Sánchez introducía el siguiente estilo que interpretaría la artista. Tangos de Granada, para recordar con el lereleo de la Llergo “Las campanas de la vela”, y homenajear a la Niña de los Peines con los tangos “Al gurugú”. Tras las falsetas de Sánchez, que suponemos no tuvo su mejor día, era el momento para acordarse de Lole y Manuel y de su Tango del Almendro “Como yo no tengo ná / me basta con los luceros / que tiene la madrugá” y concluir el recorrido acordándose de La Repompa de Málaga. En su interpretación por estos estilos, el cante de Llergo se intentaba rajar por momentos para aportar crudeza y pasión, sin embargo, no estamos acostumbrados a escuchar su deliciosa voz raspada y quizás esto desluce su preciada musicalidad. No le hace falta…
Llegaba entonces uno de los grandes éxitos de la artista cordobesa. En gran medida, el ascenso meteórico de María José Llergo se debe a temas como este “Niña de las dunas”, uno de los primeros singles que publicó y con el que fue capaz de ofrecer un mar de sensaciones con sus giros vocales, que cautivaría al público. La sensibilidad, la delicadeza y la ternura ocupan cada uno de los versos del tema y con todos esos ingredientes consigue generar una obra de gran belleza que colma las expectativas de sus seguidores.
De nuevo las bases de Grimaldos servían para reproducir con sus samplers el ritmo de soleá cuyo tiempo utiliza María José para interpretar “¿De qué me sirve llorar?”. Tema que abre el último trabajo de la artista de Pozoblanco titulado “Sanación” y que, como si de una declaración de intenciones se tratase, explica los cuatro pilares en los que se fundamenta su filosofía de vida: lo que piensa, lo que canta, lo que siente y lo que hace. Llegaba así el pertinente recuerdo para su abuelo, del que María José nunca se olvida, ni en sus entrevistas, ni en sus recitales, ni en sus canciones… Tras sus palabras reivindicando la sabiduría rural y popular, en un patio del conocimiento académico como el de la Facultad de Economía y Empresa de la Politécnica de Cartagena, una vez más, prólogo con vocalismos ambientales, casi a modo de rezo budista o de meditación hinduista, que daban pie a “Soy como el oro”, “Mientras más me desprecias / Más valor tomo”. Podría ser un guiño a la crítica, pero al fin y al cabo es un canto a la fortaleza del ser humano que se hace eterno en un solo tema.
Y llegaba el trascendental “Hombre de las mil lunas” para perderse bajo el astro lleno, que amparaba la noche cartagenera, con sonoridades diferentes en lo musical pero similares en lo vocal. Cambio rítmico que se hacía más intenso y actual, desmarcándose del flamenco para continuar circundando como un “Péndulo” y hacer eternos el tiempo y los preámbulos vocalísticos ambientales.
Uno de los últimos sencillos de la artista ‘La luz’ sería el siguiente que sonase, ese que recoge el compás por bulerías para cosechar esos bellos versos que dicen “¿Pa qué contar los lunares de tu cuerpo / Si tú pa brillar llevas tres lunas por dentro? / ¿Pa qué decir que te quiero y que lo siento? Te pido perdón, pero sin arrepentimiento” y ese repetitivo estribillo “¿Te quieres quedar? / Yo me voy con ella” y continuar acercándose al alma con la épica “Tu piel” esa que “Puede doler / de tanto amor / que tonta confunde el dolor y el placer”, esa con la que Llergo indaga en los dimorfismos y que defiende con soltura alardeando de sus capacidades vocales.
La guitarra volvía a tomar protagonismo para alumbrar con sus notas la “Estrella” de Morente, que guiaba como introducción a la bellísima “Nana del Caballo Grande”. Canción de cuna que hiciera célebre Camarón de la Isla, y que en la voz de Llergo adquiere toda la sensibilidad y delicadeza imaginadas. Su buen gusto a la hora de jugar con las notas y su manejo de los melismas hacen tremendamente atractiva la versión que llevaba la paz al patio del CIM.
De nuevo giro a los sonidos más electrónicos para interpretar “Me miras, pero no me ves”. El cansancio se iba notando en la voz de la cordobesa que luchaba por altos sobre la potente y atractiva base musical de Grimaldos “Si la voz de la tierra late en el tiempo / Están quemando la hierba de tus recuerdos / Si la voz de la tierra late en el tiempo / Y está muriendo la niña que llevo dentro” Llergo todavía mantiene toda la candidez y la inocencia de la juventud. Su espontaneidad al dar la gracias al público con sus casi histriónicos “¡Gracias Cartagena!” o su manera de expresar el sueño que está viviendo lo demuestran. Pero, al mismo tiempo, manifiesta una gran madurez en su gusto, en su concepto, en su filosofía de vida… Está en ese tránsito que reza la letra y quizás eso sea buena señal porque en breve podremos saber lo que nos depara la madurez absoluta, si es que esa se puede alcanzar en algún momento de la vida.
Era el tiempo de “A través de ti”, ese tema creado a partir del ritmo de tangos en el que se reflexiona sobre las visiones cóncavas y dualidades contrapuestas de la vida “Cuando miro en el cristal / Mi reflejo cuenta más / de lo que quiero saber”. El espectáculo parece ser autobiográfico, ahogado en sufrimiento por momentos, pero superviviente y vitalista en otros. Es una manera de ser transparente y de mostrar los sentimientos sin tapujos, una manera de desnudarse sin complejos y de mudar de piel que se transforma en vítrea.
No había tiempo para más, las luces del CIM se apagaban, el concierto de María Arnal comenzaba en el escenario grande. Sin embargo, María José Llergo salía de nuevo a las tablas. No quería irse así y obligaba a que encendiesen la iluminación, para interpretar a capela, en una versión improvisada por tangos acompañada por el compás del público, la “Nana del Mediterráneo”, ese tema con el que María José pone voz al drama migratorio. Un instante para el recuerdo que hacía olvidar algunos momentos del concierto. Un momento único que el recuerdo hará eterno.
Redacción: Onésimo Samuel Hernández Gómez
Fotografía: José Miguel Cerezo Sáez