Tomatito, José Mercé y Eva Yerbabuena elevan la categoría del festival flamenco
Con una terna de artistas tan brillantes y reputados en cada una de las disciplinas no era difícil prever que la noche iba a ser mágica. El carisma de Tomatito, José Mercé y Eva Yerbabuena desfiló por el escenario de la Plaza de la Catedral en una de las citas más esperadas del 50º Festival Flamenco de Almería. Tanto era así que las entradas se agotaron dos días antes del recital.
Así, con el recinto completo, fue José Fernández Torres, Tomatito, el primero en salir a escena. Almería siempre tiene ganas de Tomatito y él de dar lo mejor de sí en su tierra. Acompañado por sus hijos José del Tomate a la guitarra y Mariángeles Fernández en el cante, Piraña en la percusión, Antonio Serrano en la armónica y Simón Román en el cante, el artista almeriense arrancó por tangos festivos, una buena bienvenida para la larga velada que venía por delante.
Y es que su repertorio mezcló palos clásicos del flamenco, como también una extensa tanda de bulerías, con otras piezas más contemporáneas como el ya eterno Two Much o aires de tango argentino con aires franceses gracias a la armónica de Serrano. El fin de fiesta lo dedicó al maestro de la guitarra recientemente desaparecido Juan Carmona Habichuela.
Tanto Tomatito como José Mercé, su sucesor ante el público, elogiaron «la gran apuesta que se hace en Almería por el flamenco«. Que el cantaor jerezano tiene una especial vinculación con la ciudad costera es algo conocido y cada vez más estrecha. «Soy un almeriense más«, aseguraba antes de entregarse a los palos más clásicos del flamenco.
«Hay mucha confusión en el flamenco hoy y vamos a hacer cantes tristes, la música del país, la ‘marca España’«, apuntó tras una entrada en la que resonaron malagueñas de Enrique el Mellizo y una tanda de Soleás que terminaron por entonarle y calentar la voz. A partir de ese momento la actuación fue de menos más. Mercé se remangó y ofreció una tanda de seguiriyas de categoría. Con ese sabor a triunfo viró hacia las alegrías de su tierra donde se maneja con maestría.
El recital terminó con unas generosas y desmedidas bulerías donde no solo se animó al baile, sino que despachó media docena de estrofas sin micrófono alguno. Como regalo final, si hace unos años fue su versión de Luis Eduardo Aute Al Alba, en la Plaza de la Catedral hizo lo propio con Aire, una de sus canciones más reconocidas, de las que le han hecho trascender los límites del flamenco.
La bailaora nacida en Frankfurt pero granadina de adopción, Eva Yerbabuena era la encargada de cerrar la noche. Acompañada por la guitarra de su marido Paco Jarana, la percusión de Manuel José Muñoz Pájaro y el cante del trío formado por José Valencia, Alfredo Tejada y Segundo Falcón. Sus compañeros de cartel habían puesto el listón alto pero, pese a su baja estatura, lo superó con creces. Su actuación fue un derroche de pureza.
Tan solo unos pequeños guiños contemporáneos adornaron las primeras seguiriyas, pero poco a poco la jondura del cante sobrio y certero de su cuadro aumentó la intensidad de cada paso, con la maestría de ser ejecutado con una naturalidad pasmosa, con elegancia en el movimiento de manos, como con la enérgica pulsión en las piernas.
Redacción y fotografía: Jesús Amat.