Silvia, la voz que abriga el corazón
Sanó nuestras almas y la lluvia limpió las lágrimas. Quería Silvia Pérez Cruz que pasasen cosas con este ramo de canciones que nos ofreció el pasado jueves en el Teatro Romea de Murcia, y ya lo creo que lo consiguió. Nos hizo reír, nos hizo llorar… nos hizo sentir. Consiguió llenar un teatro, sin estridencias y sin voceríos, hizo que el cielo llorase en esta bendita tierra… logró que me pusiera a escribir estas letras.
“Cinco Farolas” alumbraron a la palafrugellense – hija de murciana y nargoní -, como cada noche. Con ella, Miquel Ángel Cordero (contrabajo), Joan Antoni Pich (violoncelo), Elena Rey (violín), Anna Aldomà (viola) y Carlos Montfort (violín), para llevarnos al final de…
la vereíta verde,
no cría yerba,
no cría yerba.
Enamoró nuestros corazones con el suyo bajo la Tonada de la Luna Llena, dejando limpias nuestras ropas y listas para correr detrás de la muñequita seductora, listos para el amor de Mechita, sin darnos cuenta que el suyo es un corazón independiente, dejando en nuestra piel la nostalgia y la melancolía de esa Estranha forma de vida de Amália Rodrigues. Agridulce en la boca, humedad en las pupilas, el alma plena y el llanto del violín flotando en el aire. Ai, ai, ai, regaló el mapa secreto para vencer la locura, para plantar cara a la más cruda realidad, para dar un golpe en la mesa con la mayor de las dulzuras, para cuidar la casa de los malvados.
Y nos puso a bailar al compás de la danza del exilio…
Corrandes d´exilli
Una esperança desfeta,
una recança infinita,
i una pàtria tan petita
que la somio completa.
Una esperanza deshecha,
una pesadumbre infinita,
y una patria tan pequeña
que la sueño completa.
…y nos llevó al más puro estilo Refree -Carabelas nada desarmonizado con las veinte cuerdas venidas desde el cielo, aunque…
… esto no deja de ser una canción
desde el alma, Sol que me calma.
Después de esto, todo fue creciendo en intensidad y sentimiento, en dulzura y terciopelo, en voz y cuerdas: las de su bendita garganta y la del quinteto que la arropa. Simplemente nos desarmó, como lo hace un morlaco con el maletilla. Igual pero con ternura. Nos conquistó, recordando a Ana María Moix con ese proverbial corrido-de-cuerda que es Mañana.
Llegaron Asa Branca, y a falta de esa sorprendente Chorando se foi (la famosa Lambada) contenida en el disco «Vestida de nit” que nos estaba presentando, enchufó la radio del recuerdo más casposo y consiguió con los virtuosos arreglos y magistrales interpretaciones de su cuadrilla paritaria, elevar a sublimes recortes, algunas canciones que muchos – no tocaríamos ni con un palo- en una verbena popular.
Aún quedaba más, mucho más. La habanera familiar, Vestida de Nit – bellísima conversación familiar -, firmada al alimón por sus padres Castor Pérez y Glòria Cruz, Loca actualizada y mejorada para este espectáculo, el himno No hay tanto pan, para llegar al final con Hallelujah y Estrella, recordando a dos que andan desde hace tiempo de la mano, Leonard Cohen y Enrique Morente; eternos e inmensos. Más una bola extra de la mano de otro grande, Chicho Sánchez Ferlosio, con Gallo rojo, Gallo negro que amasara en su día junto a Räul Refree, su igual-incompatible.
Cuando canta el gallo negro
es que ya se acaba el día.
Si cantara el gallo rojo,
otro gallo cantaría.
Y se fue, para no olvidarte… por qué eres nuestro dulce, que no es otro que quererte, eres nuestra playa, nuestra ola más alta y de mejor sonido rompiente, nuestra luna llena, nuestro fuego y nuestro ron. Nuestro Aleluya, nuestra estrella que alumbra el camino; alumbras montes y campos de amores, campos de luz y corazón.
Silvia, te esperamos aquí, sigue cantando a la pena para librarte de ella, para librarnos de ella. Nos vemos en la taberna, en el teatro o en las entrañas de la tierra… en la mina.
Ojalá, así sea. Olé tú y tu voz. Olé tu arte.
Texto y fotografía: José Miguel Cerezo Sáez.