Rosalía, irreverencia flamenca

 ¿A qué suena Rosalía? No seré yo quien la clasifique, encuadre o defina porque me parece un debate tan estéril como raído y aburrido. Prefiero sentarme en mi butaca, escuchar su cante y dejarme llevar por su voz, llena de sensibilidad y dulzura. Eso hice en la noche del pasado jueves 26 de octubre en el Teatro Circo de Murcia. De aquello, nació esto. ¡Abierta queda la veda!

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La ocasión era pintiparada. El Ayuntamiento de Murcia programó a la artista catalana para cerrar la noche de la final del concurso CreaMurcia Canción de Autor 2017. Tres propuestas de músicos noveles se disputaban el premio: Eduardo Martínez, Pedro Quílez y Rey LoboRosalía cerraba la noche. Acierto. Juventud, creación, osadía y buen gusto en el CreaMurcia. Cada uno a su forma y modo. Un CreaMurcia que se llevó a casa Rey Lobo como años atrás hicieran Rozalén, Muerdo o Alondra Bentley.

Al igual que sus compañeros de velada, posee Rosalía un sello inconfundible basado en la irreverencia y en un personalísimo estilo, pose e imagen que, visto lo visto y para los que están libres de prejuicios, engancha. El Teatro Circo se arrebató con esa particular forma de decir el cante. Letras míticas del imaginario flamenco llegaban a oídos ajenos, al mundo millenial, decenios después de haber sido creadas. Poesía, cante, juventud: un nuevo puzzle flamenco.

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Ofreció un recital muy completo, distinto al de la gira de su primer disco, Los Ángeles, aunque también estuvieron presentes alguno de esos temas, con la muerte como protagonista. Arrancó por granaína junto al toque de José Acedo y fue desgranando cantes con momentos de buen gusto, belleza y emoción. Mirabrás con La Frutera uno de ellos:

Venga usté a mi puesto hermosa,

no se vaya usté, salero,

castañas de Galarosa,

yo vendo ciruelas y peros.

De ida y vuelta se vistió, melosa y sensual, para llevarnos por guajira con Te venero y pellizcarnos por bulería por soleá. El joven público murciano presente en el Teatro Circo vibraba con su cante. Catalina, y ese respetable, que casi llena el espacio escénico, a sus pies. Nosotros con una sonrisa dibujada en nuestros labios.

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En la sobriedad del espectáculo destacaba el metal de su garganta que nos llevó a continuación por fandangos en una larga serie de cante que nos trasladó a otra época. Y de Huelva a Cádiz, pero con más cante añejo. Tanguillos recordando al Tío de la Tiza, tanguillos que más tarde convirtiera en oro Chano Lobato: Aquellos duros antiguos

Mi suegra como ya dije,

estuvo allí una semana,

escarbando por la tarde,

de noche y por la mañana.

Perdió las uñas y el pelo,

aunque bien poco tenía 

y en vez de coger los duros,

lo que cogió fue una pulmonía.

En el patio de las malvas 

está escarbando desde aquel día.

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Con la milonga La Hija de Juan Simón provocó un silencio sepulcral y alguna lágrima, según rezó en voz alta un devoto desde el patio de butacas. Dolor y profundidad, sentimiento. Cante pausado y jondo en esa demoledora letra con la que nos tiró por los suelos, dejándonos paralizados, casi sin fuerzas. Por bulerías se despidió de Murcia que no la dejó irse tan fácil. Aclamación popular, vuelta al escenario y más bulerías, más Rosalía. ¡La veda sigue abierta! ¡Disparen! O siéntense a escucharla…

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 Redacción: Gabriel Maldonado.

Fotografía: José Miguel Cerezo Sáez.

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