Pitingo y Manuel Lombo ponen en pie a La Unión
Una vorágine musical llenó la Catedral del Cante en la segunda gala del Festival Internacional del Cante de las Minas. Vorágine que protagonizaron dos voces personalísimas en los recitales que ofrecieron en la velada del pasado sábado. Pitingo y Manuel Lombo, Manuel Lombo y Pitingo, cada uno a su forma y modo, pusieron en pie a La Unión y al borde de la enajenación a los puristas.
Manuel Lombo abrió la noche. El sevillano dividió su actuación en dos partes bien diferenciadas. La primera, flamenca, con Origen. En la segunda ofreció su nuevo trabajo LomboxBambino en el que homenajea a Miguel Vargas Jiménez, Bambino, genial cantaor utrerano. Comenzó por alegrías con el compás a su vera de Laura Marchena, Cristina Tovar y El Torombo que lo arroparon en los primeros pasos en una Catedral del Cante a la que volvía, tras su cante atrás, en el año 2002 para la que fuera trofeo Desplante, Ángeles Gabaldón. La sonanta de Pedro Sierra nos introdujo a continuación por malagueña, cante que dijo el Lombo con sentimiento y fuerza, remate por abandolaos y soleá, la de la Serneta. Cerró por minera acordándose de Pencho Cros, uno de los referentes en el Cante de las Minas. Farruca en la guitarra flamenquísima de Pedro Sierra para cambio de vestuario y recuperar el pulso y… LomboxBambino.
Se transformó Manuel Lombo, cual Peter Parker en cualquier cabina de teléfonos neoyorquina, en otro artista. Se vistió de energía arrojando desde las tablas del antiguo Mercado Público su mejor versión, la más arrolladora. Coqueteó con el público con el que conecta con una facilidad pasmosa. Se acercó a ellos con su cante apasionado y gestos cargados de expresividad. Y eso cala, y ello hace que ganes adeptos para la causa.
La Unión estaba rendida con temas como Soy lo prohibido, Mi amigo o La luz de tus ojos grises. El piano de Fernando Romero y la percusión de Óscar Robles redondearon una interesante propuesta musical, a veces mermada por un sonido con una ligera reverberación. Acabó de llevarse el corazón de las gentes de la ciudad minera y flamenca cuando bajó al patio de butacas, y cerquita, y a pelo, susurró desde sus entrañas Háblame. Cerrada ovación y misión cumplida.
Volvía Pitingo a La Unión, a esa Catedral donde ganó en el año 2004 el premio al artista revelación y donde compartió momentos con el granadino Charico, otro prometedor cantaor que la vida se llevó por delante años después y al que recordó con cariño. Aquel joven que temblaba al enfrentarse a la Catedral del Cante, a sí mismo, anoche la hizo temblar con su música, con esa propuesta en la que mezcla sones y emociones de unas y otras latitudes. Volvió a sus inicios y comenzó flamenco el de Ayamonte.
Toná y carcelera en un arranque con sabor a África para comenzar a desconcertar. No hace flamenco Pitingo, o sí. Es capaz de envolver y vestir el arte jondo de historias y sentimientos lejanos, opuestos diría yo. Recordó por soleá al tocaor Mario Escudero que emigrara a Nueva York a ganarse la vida y lo recordó con el abrazo entre el artista y Yoko Ono tras el asesinato de John Lennon. Todo ello con la pelea de gallos entre sus palmeros y la Gospel Factory de por medio. Quejío y compás flamenco versus funky y gospel, creando decenas de matices llenos de sabor. A las bulerías las llama gospelerías y en ellas vuelve a juguetear recordando a la tradición y siendo libre. Oigan, me gustó este inicio «flamenco».
Madrid fue testigo del estreno de este Mestizo y Fronterizo, trabajo recién creado junto a la leyenda viva del soul, Sam Moore, y que presentó en los pasados meses de mayo y junio, con un total 24 representaciones, casi na. El espectáculo llegaba rodado a La Unión, dispuesto a ofrecer una noche desnuda de fronteras y así fue. El recital tuvo unas continuas idas y venidas. Lo mismo sonaba un Georgia on my mind en clave flamenca que Guantanamera a ritmo de soul. Bonito fue su recuerdo a Morente con Estrella…esa que nos sigue guiando desde el cielo. ¡Grande Enrique! De más echamos sus largos parlamentos desde las tablas que, a nuestro parecer, rompían el dinamismo del recital. She works hard for the money, I justo go to say I love you o Killing me softly trajeron momentos que provocaron el delirio colectivo. Convivieron instantes brillantes con otros de sombra, porque a veces menos es más.
De cualquier modo, Pitingo, tras ofrecer casi dos horas de recital, levantó a toda la Catedral del Cante a tararear y bailar sus himnos a su compás…
Hoy domingo 5 de agosto los protagonistas son dos mundos diametralmente opuestos. La joven María Terremoto, nieta de Terremoto de Jerez e hija de Fernando Terremoto tiene una dura reválida esta noche en el antiguo Mercado Püblico de La Unión. La gala la completan Los Vivancos. Antes, a las 21h. un hijo de La Unión, un grande, descubrirá su placa de mármol en la Avenida del Flamenco y allí quedará para la eternidad. La Unión honra a Niño Alfonso.
Redacción: Al aire y a compás.
Fotografía: José Miguel Cerezo Sáez.