Patrimonio inmaterial de la sensibilidad

 El Festival Flamenco On Fire abrió sus puertas al mundo aleando músicas y sones con el espectáculo «Aquellos puentes sutiles» en el que la cantaora Rocío Márquez une su alma al maestro Jorge Drexler, dejando juntos volar la sensibilidad y recorriendo vereas de ida y vuelta. Sumando. Realizan un ejercicio de generosidad, un sincericidio. Se abrazan, se cuidan, se entienden y del escenario mana sensibilidad a borbotones.

Abren por milonga, la «Milonga del moro judío», vidalita y guajira. Los cimientos están puestos y la música conversa libre entre esos universos que están más cerca que nunca. Desnuda la onubense el flamenco que ha bebido macerándolo al abrigo de un Drexler curtido en mil poemas y de ahí nace gloria, aunque en ocasiones hubiéramos querido más sangre, más Rocío y más Cortés.

El inmenso poema de Antonio Orihuela, «Llegar a la meta» supuso el alfa para una Rocío Márquez que acompañada por el toque del maestro Miguel Ángel Cortés y la percusión preñada de matices de Agustín Diassera nos lleva de la mano de otro grande, Moreno Galván con la rondeña «Empezaron los cuarenta«. Cuplé por bulerías y el vello como escarpias con «Firmamento» por seguiriyas.

Al alimón recuerdan a Enrique Morente, «Cuando cantaba Morente» y se vuelven a arropar con la «Tonada de la luna llena«…

«Yo vi abrirse la nostalgia en canal completamente,
y hasta el tiempo, el inclemente, se detenía callado,
su voz cargaba los dados, cuando cantaba Morente»

El Drexler más íntimo y reivindicativo se quedó a nuestra vera susurrando clásicos de su imaginario: «Soledad«, «Al otro lado del río«, «Yo no soy de aquí… pero tú tampoco» o «Zamba por vos» del maestro Zitarrosa antes de alcanzar el final de la noche con la eterna «Pena, penita, pena» y la colombiana «El Venadito» en clave marchenera.

Y al cabo de casi una hora y media resulta que el On Fire y Pamplona se convierten en un vaivén de emociones y recuerdos a unas y otras latitudes, a grandes maestros y torna también en un festival que apuesta por el riesgo porque verdades, guste o no, no hay solo una, ni flamencos tampoco.

La noche que había sido de recogimiento e intimismo, se arrebató con el baile de El Farru en el Ciclo Nocturno del Hotel Tres Reyes. Seguiriyas, soleá, bulerías… con la esencia de su casta, los Farrucos y la noche se juntó con el día como mandan los cánones y como hacía tiempo que no veíamos en un festival flamenco. Porque eso, unir voluntades, generar emociones y que el día y la noche sean solo uno también es parte de un festival flamenco.

Redacción y fotografía: Gabriel Maldonado.

 

 

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