Niño Josele, Arcángel y Farruquito pureza flamenca en Almería
Tres disciplinas en perfecta ejecución. La Plaza de la Catedral vivió una velada mágica con la actuación de tres de las grandes figuras que conforman el ambicioso programa con el que el Almería está conmemorando la quincuagésima edición de su festival flamenco. Niño Josele, Arcángel y Farruquito fueron los encargados de sentar cátedra en cada una de sus disciplinas, el toque, el cante y el baile. Y lo hicieron confirmando que, pese a su latente juventud para el flamenco (42, 39 y 33 años, respectivamente), su presente es tan poderoso que el paso de los años pondrá sus nombres junto a los más selectos del género.
El encargado de abrir la velada, dando continuidad a la noche almeriense de la jornada anterior con Montse Pérez, Rocío Segura y Tomás de María, fue el paisano Niño Josele. Reconocido guitarrista tanto en términos canónicos como en su capacidad de improvisación hacia territorios más modernos. El tocaor se mostró “contento por volver tocar en mi tierra, que ya tocaba, y abriendo este pedazo de festival”. En una hora muy completa, Niño Josele arrancó con un bello ejercicio de técnica clasicista flamenca, continuando, al igual que dando cumplida muestra de su manejo del compás por tangos, jaleados por Cristo Heredia, Edu García y Antonio El Genial.
Su actuación fue derivando hacia terrenos alejados del flamenco, especialmente con la entrada en escena de su hijo, José Heredia, a los teclados, que mostró su especial talento generando atmósferas que se movieron entre el jazz y cierta influencia del rock progresivo. Una apuesta valiente que supo ser reconocida por un público atento a cada detalle.
Arcángel, rozando la perfección
Es difícil cantar mejor de lo que lo hizo Arcángel en Almería. Con su inseparable Miguel Ángel Cortés a la guitarra y con los afamados Mellis en las palmas y coros, el cantaor demostró en cada palo una técnica y facultades prodigiosas, tanto en afinación como en tesitura, temple y registro. Empezó su actuación por malagueñas donde ya dejó sentir que el recital iba a ser de los grandes, alternando palos jondos como la soleá y ese Me estoy volviendo loco de Marchena o las Campanas al Alba de Camarón por seguiriyas, con otros más rítmicos como los tangos con En la Plaza Alta, tema perteneciente a su último disco, Tablao. “He venido muchos años a este festival y creo que es un acierto haberlo sacado de la Feria y que aquí venga quien quiera escuchar flamenco de verdad”, se encargó de asegurar.
Tras unas bulerías bien empacadas, el onubense despidió la noche “con fandangos de mi tierra”, que quiso dedicar “a Juan El Habichuela, que no me despedí de él como me hubiese gustado, y a Juan Peña ‘El Lebrijano’”. Ejecutó una tanda sentida con estrofas de Paco Toronjo, alosnero de postín, hasta concluir con la conocida Calle Real a capela, poniendo en pie de nuevo a los asistentes.
Farruquito, el genio improvisado
Ya entrada la madrugada, Farruquito salía al escenario de la Plaza de la Catedral con constantes gritos de animación entre el público. Con el cante de Pepe de Pura y Antonio Villar, la guitarra de Román Vicenti y percusión de Polito. El bailaor sevillano entró en calor por alegrías, con traje solemne y una energía contemporizada en movimientos más contemporáneos… si bien la raza y la potencia acaba apareciendo tarde o temprano. Enlazó así la tanda con unas bulerías veloces y sin concesión. Tras un cambio de vestuario y una tanda de tangos por parte de su grupo, Farruquito regresó para hacer otro derroche de pulsión y nervio por soleás.
Para el fin de fiesta por bulerías subieron al escenario varios de los músicos que participaron en la velada y con la estrella invitada del hijo del bailaor con apenas tres años y que se arrancó en un movimiento acompasado con su padre. El bailaor felicitó la efeméride al festival y apostó por su continuidad “este tipo de festivales, donde el flamenco puede mostrarse puro e improvisado, se están extinguiendo, así que es un honor haber estado junto con unos grandes compañeros”.