Miguel Poveda puso el broche final al 50º Festival Flamenco de Almería
Si el pasado año Miguel Poveda tenía el honor de abrir la cuadragésimo novena edición del Festival Flamenco de Almería, este año ha sido el encargado de poner el colofón final a las bodas de oro de uno de los festivales con más reputación del país. Y lo hizo con la misma sensación placentera de dejar satisfecho a un público que, como ocurriera en la noche anterior con Tomatito, José Mercé y Eva Yerbabuena, agotó las entradas dando como resultado una Plaza de la Catedral repleta.
Los registros de Miguel Poveda son tantos que su abanico de elección a la hora de afrontar un repertorio, una actuación, son casi infinitos. De todo su potencial, el cantaor catalán de nacimiento y andaluz de adopción eligió quedarse ni con la parte coplera «ni con las canciones que me acompañaron la pasada gira«, la de Sonetos y Poemas para La Libertad, «sino que vamos a cantar todo flamenco puro, que me hace mucha ilusión porque me recuerda a los tiempos de cuando empezaba«. Así lo refrendó en sus casi dos horas sobre el escenario.
Abrió Poveda el recorrido por su flamencología particular por malagueñas de la Peñaranda y abandolaos. Una entrada poderosa, con estrofas clásicas de Enrique Morente como el Ni quien se acuerde de mí. Contemporizando palos duros con otros más melódicos, una amplia tanda de aegrías fue la continuación de su actuación, en la que estuvo acompañado por la guitarra, siempre certera e inspirada, de Juan Gómez Chicuelo, con las palmas de Diego Montoya y Carlos Grilo y la percusión de Paquito González.
Con confesiones personales durante la actuación, en una constante referencia a los asistentes, Poveda explicó cómo de niño, en los viajes con su padre «en un Renault 8, lo que había«, metían en el casette cintas de Lole y Manuel. Así, desplegó un popurrí repleto de referencias a una de las parejas flamencas más famosas del mundo flamenco. Fragmentos de La Plazuela y El Tardón, de Todo es de color o de Nuevo Día, sonaron vibrantes en un emocionado Miguel Poveda. Por seguiriyas de Antonio Mairena cerró la primera parte de la actuación, mientras Chicuelo daba sobradas muestras de su capacidad para el compás y su rasgueo limpio.
Con cambio de vestuario, ya sin chaqueta, Miguel Poveda entró con la misma jondura en la segunda parte del recital, con unos tarantos en los que hizo guiño a la ciudad de Almería, como también lo haría después a la Peña El Taranto, «que fue uno de los sitios donde di mis primeros pasos como profesional y que no olvidaré nunca, como tampoco el tomate Raf que me dieron después«, confesaba.
Tras unos largos tangos y tientos en los que dio muestra de su capacidad para el baile, el artista siguió con sus reconocimientos y homenajes, dedicando, como hiciera con canciones anteriores con Juan Carmona Habichuela, la tanda de fandangos a Juana la del Revuelo, la última cantaora con delantal, de la vieja escuela, y que fallecía también el pasado mes de junio. Incluso recordó un fragmento de su Sevilla es de chocolate.
Con el público entregado, Miguel Poveda regaló una tanda de soleá por bulerías y fin de fiesta en las que volvía a recoger el cariño y aplauso prolongado de un público que disfrutó del brillante cierre de una edición del Festival Flamenco de Almería para el recuerdo.
Redacción y fotografía: Jesús Amat.