Manuel Lombo, dos caras de una misma moneda
La Cumbre Flamenca de Murcia cambiaba de escenario, el Romea dejaba paso al Teatro Circo que se engalanaba para la ocasión. Llegaba Manuel Lombo para ofrecer dos caras de una misma moneda, por un lado «Origen«, su cara más ortodoxa y por otro «Lombo X Bambino«, el estreno absoluto de su último trabajo discográfico en el que homenajea al genial Miguel Vargas.
Comenzaba Manuel Lombo por Alegrías, bien flanqueado por la refinada guitarra de Pedro Sierra y el compás de Laura Marchena y Roberto Jaén. Sabor a sal en el cante del nazareno que comenzaba su recital de pie, a la antigua usanza, repasando amores soñados de marineritos, afectos desdichados que matan el hambre y la sed, y ‘quereres’ celosos como el de esa rosa que no quería por compañero al clavel de la reja por ser tan hermoso. Se acordaba de sus orígenes El Lombo con esa letra del Chipirrín dedicada a la Virgen de la Fuensanta rememorando aquellos tiempos en los que el artista se movía en esos grupos de coros y danzas con los que tantas veces visitó la Región de Murcia.
El Lombo giraba la silla para sentarse de lado, el respaldo se convertía en reposabrazos y Manuel mostraba sus intenciones, hay veces que un gesto lo dice todo. Malagueñas del Mellizo para comenzar «Mujer no encuentro ninguna / con quien compararte / Yo he visto a una por fortuna / que estaba en un estandarte. / A los pies tenía la luna«. Pausado, delicado y lleno de sentimiento el cante del Lombo que continuaba la tanda acordándose del maestro Chacón «¡Ay!, que tanto me consientes / si tú no me has de querer / Mátame ya de una vez / porque yo te perdono la muerte / que ya no quiero padecer«. Cerraba por abandolaos Manuel, con los Fandangos de Lucena de Dolores la de la Huerta. «Tu pesar es mi pesar / Tu pena es la pena mía / Tu contento, mi alegría / Que si te viera llorar / como un niño lloraría«. Imprimía velocidad el ritmo de Sierra a la guitarra y las palmas y jaleos de Marchena y Jaén para cerrar el cante con esa letra que dice «Cuando te veo con otro / el corazón se me parte / prefiero mil veces antes / que se me cieguen los ojos«.
Turno para su majestad la soleá, toda la pena en la voz del Lombo que rendía tributo a la casa de los Pavón, con justicia, acordándose de Tomás y de la Niña de los Peines. «Tengo el gusto tan colmao / cuando te tengo a mi vera / que si me dieras a mi la muerte / creo que no la sintiera» para seguir con «Que en la esquina estaba / Quién será esa gitanita / con las enaguas colores«. Continuaba Manuel cantando esa soleá que se le atribuye a Frijones y a la que tanto aportó Tomás Pavón «Acuérdate cuando entonces / Bajabas descalcita a abrirme / y ahora no me conoces«. Majestuoso el toque de Pedro Sierra dando tiempo y respiro a El Lombo que continuaba llevando a los Pavón como estandarte «A la mare de mi alma / lo que la camelo yo / porque la tengo presente / metía en el corazón» El de Dos Hermanas demostraba que había venido a la Cumbre a ofrecer su mejor cara, su cante hacía que los asistentes arañasen sus butacas con el dramatismo absoluto de esa letra que dice «Con más de cien años muerto / y de bichicos comío / tendrán que arder mis huesos / viendo lo que te he querío» en la que el Lombo se agarraba las entrañas para que no se fueran con su cante y seguir pidiéndole «A Dios yo le estoy rogando / pa que me alivie las fatigas / que tengo en el corazón«.
Llegaba el momento de rendir tributo a la tierra, Manuel Lombo regalaba a los asistentes unas templadas Cartageneras, alargando los tercios, haciéndolas libres. Primero la del «soberano» , jugueteando por arriba y por abajo, demostrando soltura y capacidad vocal. Después esa que dice «Acaba, penita acaba / Por qué no acabas de una vez / que con el morir se acaba / tanta pena y padecer«
El clímax estaba creado, era el momento de su majestad la seguiriya. Silencio sepulcral en el Circo para hacer que el tiempo se parase. El Lombo volvía a mostrarse a pecho descubierto, sin esconder nada, «Ni de día ni de noche / a mi cuerpo no se quita / ni un ratito de mi pensamiento«. Continuaba el artista nazareno cantando por seguiriyas de Cádiz «Puertecita no tengo / mare donde llamar / llego a la tuya, mare de mi alma / la encuentro cerrá«. El lamento se hacía cante en la voz del Lombo interpretando las seguirías viejas de Jerez «Comparito cuco / dile usted a mi mare / que yo me muero en esta casa puerta / revolcado en sangre«.
Terminaba así el recuerdo del «Orígen» del Lombo, la parte más ortodoxa del espectáculo que presentaría en la Cumbre. Las el toque en solitario de Pedro Sierra aparecía de nuevo el de Dos Hermanas sobre las tablas del Circo con nuevo atuendo, chaleco gris, camisa azul y pañuelo al cuello, ya decíamos que un gesto muchas veces lo dice todo… Llegaba el estreno absoluto de «Lombo X Bambino«, su último trabajo discográfico en el que rinde homenaje a ese genio que fue el utrerano Miguel Vargas Jiménez «Bambino». Comenzaba El Lombo su particular tributo con ese tema que tantos han cantado, desde Olga Guillot a Serrat, pero que Manuel obviamente recoge de su idolatrado Bambino. «Soy lo prohibido«. Pedro Sierra ponía el ritmo por bulerías que enfatizaba el percusionista Óscar Robles que se sumaba a la formación para dar pie a que el de Dos Hermanas entonase esa maravillosa letra de Roberto Cantoral «Soy ese vicio de tu piel / que ya no puedes desprender / soy lo prohibido. / Soy esa fiebre de tu ser / que te domina sin querer / Soy lo prohibido…» Como bien dice la mayoría de artistas, si es importante como se canta, es imprescindible como se pisa el escenario, como se busca la luz, como se interpreta la música, como se baila sobre las tablas, y el Lombo en este sentido es un artista «por los cuatro costaos«.
Se incorporaba a los músicos el pianista Fernando Romero Boza y continuaba la presentación con «Mi amigo«, esa maravillosa letra del genial Rafael de León que dice «Tienes la línea de los labios fría / fría por algún beso de pecado / beso que yo no sé quién te daría / pero que estoy seguro te lo han dado / ¿Qué terciopelo negro te amorena / el perfil de tus ojos de buen trigo? / ¿Qué azul de vena o mapa condena / al látigo de miel de mi castigo?«. Espléndida la interpretación del Lombo, que se movía por el escenario con soltura y que nos hacía recordar al Bambino de los mejores tiempos.
Reivindicaba el de Dos Hermanas, algunos temas menos conocidos de Bambino pero que sin duda tienen un valor incalculable, como esa «Luz de tus ojos grises» de Antonio Gallardo que El Lombo interpretaría por zambra, con ese ritmo tan bello y pausado que imprimía el piano sutil y hermoso de Romero Boza, «Cuando sentí el frío de tus ojos grises / los míos ya fueron dos barcos sin faro / que adentro de mi alma echaron raíces / volviéndome loco tus ojitos claros«.
Y tiempo de rumba. ¡Cuánto le debe a este género el flamenco! Todavía continúo preguntándome por qué algunos flamencos intentan denostar esa maravilla musical, esa que tantos hemos escuchado tanto y con la que tanta gente ha empezado a escuchar flamenco, esa rumba que hace que no puedas dejar de mover los pies y que te imprime una sonrisa asegurada y una lágrima callada. En fin, para gustos los colores y qué quieren que les diga, que ellos se lo pierden…. Introducía Pedro Sierra con su toque fino y evocador para cambiar súbitamente al ritmo de ventilador característico de la rumba acentuado por el genial acompañamiento a los bongos de Óscar Robles y el frenético compás de Laura Marchena y Roberto Jaén que jaleaban con gusto e intensidad, recordándonos esas viejas grabaciones que a todos nos han puesto los pelos de punta. Mientras, el piano de Romero Boza ponía las notas de color con esa riqueza de acordes que tanta vida le dan a la rumba, recordándonos en algunos pasajes al Chacho. Por su parte, El Lombo, espectacular, grande sobre las tablas, haciendo pequeño el enorme escenario del Teatro Circo. Gestos que nos recordaban a Bambino, bailes soñados llenos de esencia y significado que acentuaban la interpretación de «Compasión«, «¡Ay! Compasión ya es lo único que siento yo por ti / ¡Ay! Compasión por lo único que tú tienes que fingir / Cuando sé que tú me sigues queriendo igual que ayer / y es tu noche de tristeza y soledad pensar en mi» Sublime Manuel con esa interpretación tan acusada que daba sentido a cada uno de los versos con la que transmitía al respetable toda la belleza de las historias contadas.
Iba llegando el final del espectáculo y El Lombo regalaba a los asistentes el que ha sido el primer single de su homenaje a Bambino, «Háblame«. «Háblame de las montañas / de los mares y los ríos / del color de la mañana / o del perfume de los lirios / Háblame junto a mi boca / que me quemen tus palabras / háblame de tal manera / que yo muero si te callas«. Intensidad en estado puro, que hacía romper el silencio del respetable con una gran ovación que pedía enfervorecido más.
Pero no dejarían así al público El Lombo y su grupo que, ya sin amplificación, marcarían el compás por bulerías para introducir esa letra de Luis Demetrio que hiciera célebre Nacho Vegas «Bravo, permíteme aplaudir / por tu forma de herir mis sentimientos / Bravo, te vuelvo a repetir / por tus falsos e infames juramentos / todo aquello que te di / en nuestra intimidad, tan bello / Quién me iba a decir / que lo habrías de volcar en sufrimiento / Te odio tanto, que yo mismo me espanto de mi forma de odiar«. El Lombo saltaba al patio del Teatro Circo para pasearse entre las butacas interpretando por bulerías ese bolero escrito por Richard Dannenberg y popularizado por Antonio Machín, «Corazón Loco«. Manuel Lombo concluiría su recital cantando «Silencio por un torero«, esa preciosa letra de Quintero, León y Quiroga escrita para Juanita Reina en la que se recuerda a José Gómez Ortega «Joselito«, el menor de la dinastía de los «Gallos«. Pataíta para terminar acompañada a compás por el público que sin duda se marcho de Teatro sabiendo que había vivido algo tremendamente especial.
Manuel Lombo cerraba así su presentación de «Lombo X Bambino» presentando sus credenciales para convertirse en un inmejorable embajador del arte del genial Bambino, por derecho.
Redacción y fotografía: Onésimo Samuel Hernández Gómez.