Lo Ferro, un festival especial

 Cuando Sebastián Escudero puso la primera piedra del Festival de Lo Ferro hace treinta y ocho años yo apenas contaba con cuatro primaveras. Ni Lo Ferro era flamenco hasta entonces, ni en mi familia había visos de ello. Pero, el empeño de uno y la querencia del otro, provocó que años después nuestros caminos se entrelazasen, con el flamenco como testigo. Entrevisté a Sebastián hace unos años, antes de su fallecimiento, gracias a mi otrora profesor universitario, hoy compañero y amigo, Juan Tomás Frutos, en la Peña Flamenca Melón de Oro. Me pareció, el alma mater del festival de Lo Ferro, un hombre honesto y firme en sus convicciones. Escuché de su boca el conocido «Lo Ferro es como una escalera y cada año tiene que subir un peldaño«. Este año he sido parte de ese festival y espero haber contribuido, aunque sea un poquito, a que esta bendita casa diese ese paso que cada verano da hacia el futuro.

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En mi primera visita a aquella peña ya me pareció un lugar mágico. Un barrio apartado del mundanal ruido que destila sabor añejo y con unas gentes cercanas y humildes. Me dejaron impactado las paredes de su mesón de donde cuelgan carteles y fotografías históricas de lo mas granado del arte jondo: Fosforito o Valderrama, Miguel Poveda o Estrella Morente, de entre cientos de grandes artistas que han pisado esas tablas, ese mesón. Y claro, seguí visitando año a año el festival ferreño. El citado profesor, Juan Tomás Frutos, definió a Lo Ferro en una reciente entrevista que mantuvimos como «un milagro exquisito lleno de duende«, y bajo mi punto de vista, no iba desencaminado.

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Es Lo Ferro y su festival flamenco una oda al trabajo que nace del corazón, un canto a la sencillez y por supuesto al flamenco. A ese flamenco puro del que tanto se habla y que no se respeta en tantos y tantos lugares en los que se pavonean de ello. Este año el festival ferreño ha llegado a su 38ª edición. Y más allá de errores, fallos o gustos hacia una dirección u otra, ha vuelto a dar el do de pecho. El flamenco ha recorrido ese recinto alcanzando su máxima expresión.

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Las tres galas previas han estado plagadas de flamenco de raíz aleadas con toques más vanguardistas y juveniles: María Vargas, Perlita de Huelva, homenaje a Camarón de la IslaManuel Cuevas, Paco Cepero o Rancapino Chico por un lado y el sexteto de Vasco Hernández o Raúl El Balilla por otro. Flamencos circundantes que juntos suman. Porque de eso, de sumar trata esta vida. Recordando, de nuevo, las palabras de Sebastián Escudero «cada año hay que subir un peldaño«. Eso es sumar, aunque sea de uno en uno.

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Si las galas han sido de enjundia, es de justicia no olvidar su concurso. Siete cantaores, cuatro mujeres y tres hombres, fueron los seleccionados para poder luchar por el preciado «Melón de Oro» de Lo Ferro tras unas duras pruebas selectivas. Doce mil euros y decenas de puertas abiertas para el que despierte, tras la final, con el cetro ferreño en la mesita de noche de casa. Este año, el triunfo se fue para Badajoz de la mano de Esther Merino Pilo.

Todo lo dicho suma y todo eso es Lo Ferro. Flamenco de verdad en esta esquina medio olvidada del mundo de la que yo tengo el orgullo de participar y de ser un ferreño mas. ¡Hasta el año que viene y gracias!

Redacción: Gabriel Maldonado.

Fotografía: Gloria Nicolás / Pilar Morales / José Miguel Cerezo Sáez.

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