La Unión celebra su 59º festival flamenco
Quien hubiera imaginado hace cincuenta y nueve años que aquel festival flamenco que pretendía homenajear y poner en valor la historia de un pueblo y su cultura, sería años más tarde, uno de los eventos flamencos más importantes del mundo. La Unión y sus gentes lo ha conseguido y el festival minero y flamenco, un año más, vuelve a abrir sus puertas al arte, a un mundo mágico de minorías que late a su compás.
En la noche del jueves 1 de agosto, Aída Gómez pregonó la ya presente quincuagésimo novena edición del certamen unionense y lo hizo apelando a García Lorca y la jondura: «Lo jondo es la base esencial, una fuerza mayor que nos lanza a escena para entregar lo mejor de nosotros» y eso es lo que hace, hizo anoche, cada uno de los artistas que pisó las tablas de la Catedral del Cante en la gala de vencedores de 2018.
El alfa llegó con el piano del premio Filón 2018, Andrés Barrios, quien se olvidó de las ataduras del concurso y, con firmeza y pasión, ofreció junto a bajo y batería, un recital apegado al jazz que supuso un comienzo amable y heterodoxo en esta nueva edición del festival de La Unión.
Tras el paseo, ora sutil, ora vertiginoso, a la vera del utrerano, llegó el turno de Mónica Iglesias, primer Desplante femenino en el Cante de las Minas. La madrileña volvió a hacer gala del baile que ya exhibiera el pasado año y con base en una depurada técnica, nos llevó por taranto, tangos y caña. Sobria en sus comienzos y flamenca, muy flamenca, con sus castañuelas y bata de cola, en sus últimos lances en el antiguo Mercado Público.
Agustín Carbonell «El Bola» acaparó a continuación toda la atención del patio de la Catedral del Cante y con su sonanta interpretó solemne y escrupuloso rondeña, el «Ojos verdes» de los maestros Quiroga, León y Valverde, minera y su adaptación de la Farruca Gitana del maestro y figura indiscutible del mundo de la guitarra flamenca, D. Ramón Montoya.
El Desplante masculino, Hugo López, llenó de energía las tablas del coliseo unionense. Su figura espigada y fibrosa, su fuerza y la electricidad de su cuerpo le hicieron arrancar los aplausos más contundentes de la noche. Taranto, tangos y soleá por bulería fueron sus propuestas, propuestas que La Unión volvió a abrazar como propias.
La Lámpara Minera 2018 presidió la vuelta a La Unión de su dueña, María José Carrasco. La de Los Palacios quiso que el trofeo que obtuvo el pasado verano en esas mismas tablas fuera testigo privilegiado de su cante y allí, frente a ella, comenzó su recital, llevándonos a su terreno por cantiñas, con el compás y jaleos de su hija, Reyes Carrasco.
Tras un arranque arrebatador, pausó su cante por minera, la que le dio la ansiada Lámpara. Continuó por tangos, dejando paso a su hija pequeña, que dio una descarada pataita por bulerías, y a su hija mayor, Reyes, para juntas cerrar la noche por cuplé por bulerías con el sello Carrasco.
En la jornada de hoy, viernes 2 de agosto, la Catedral del Cante abre sus puertas a «El Cabrero» y Samuel Serrano, pasado, presente y futuro del cante en una velada que promete ser especial.