La pulsación rotunda

 Antonio Rey se presentaba en la Terraza de Tierra del Auditorio El Batel para celebrar el Grammy Latino al mejor álbum flamenco, conseguido en el año 2020, por su disco “Sin fronteras”.

El guitarrista madrileño, pero criado en Jerez de la Frontera, ganador del codiciado Bordón Minero en 2003, máximo trofeo del Festival Internacional del Cante de las Minas en el apartado de guitarra, subía a las ocho de la tarde del miércoles al escenario de La Mar de Músicas. Solo sobre las tablas, comenzaba su recital jugueteando en las tonalidades del Fa sostenido características del toque por tarantas, rindiendo tributo a la tierra que le acogía y a aquel merecido premio que consiguió en la vecina ciudad de La Unión.

Se subía entonces al escenario el percusionista jerezano Ane Carrasco para acompañar al protagonista. El toque de Rey es duro, cargado de fuerza, con una pulsación equilibrada pero bravía. La madurez del artista ha llegado y eso se nota sobre el escenario, con una demostración de técnica exquisita e impecable. Antonio Rey, invitaba a Jose y El Maca para continuar el viaje que nos llevaría de Jerez a Cádiz, y darnos un paseo por la “Calle Cañailla”. Alegrías cargadas de luminosidad que recogen todo el espíritu del estilo, flamencas por derecho con algunos atisbos de contemporaneidad.

Y de nuevo, de vuelta a Jerez para disfrutar de las bulerías que dan título al disco “Sin fronteras”. Esas creadas en tono menor, llenas de sabor andaluz, ideadas bajo una exquisita musicalidad y armonía que toman cuerpo con los veloces picados que demuestran el virtuosismo del guitarrista. Era el momento de los pertinentes tangos donde Rey se mostraba cómodo con el compás de sus acompañantes, y en un alarde de intensidad y pulsación rotunda, rompía una parte del puente de su guitarra. Cambio de instrumento para continuar el recital con la misma fuerza que antes. Y entonces llegó el Dios de la reverb y dijo “deshágase la luz”, así la electricidad se rebelaba ante el elevado nivel de decibelios ahogados por una excesiva reverberación. Es el pecado de muchos flamencos lo de querer más ecos, a Antonio Rey no le hace falta enmascarar su impecable sonido con ecos que unen notas y disimulan fallos, pero a muchos artistas les encanta, se sienten así más seguros y la sonorización del espectáculo fue desgraciadamente así, así que el sonido se rebeló…

Pasado el trance, invitaba Antonio a su padre a subir al escenario para que le acompañase. Recordemos la admiración de Rey por el que es el maestro tanto de él como de tantos. No en vano, en su último disco, Antonio le dedica una preciosa farruca, esa que se titula “A mi padre Tony Rey”. Ya todos sobre el escenario, momento para la rumba con el inevitable recuerdo al maestro de maestros Paco de Lucía, con punteos con los que imaginábamos un viaje de “Entre dos aguas” a “Río ancho”. Es inevitable no sonar a Paco, Antonio suena a él y en sus armonías también recuerda a Vicente, pero en esta etapa de madurez nos ofrece algo propio y eso es de agradecer.

Ya sin el maestro Tony sobre el escenario, de nuevo volvían a sonar unas intensas bulerías con las que se podía apreciar todo el aroma de Jerez. Ante los aplausos del público el protagonista de la tarde se veía obligado a volver a las tablas para interpretar en solitario una bella rondeña, cargada de sensibilidad y exquisitez con la que se llegaba al final del concierto.

Un concierto al que asistía lo más granado de la guitarra flamenca de esta tierra, Antonio Piñana padre, su hijo Carlos y Antonio Muñoz Fernández. Y es que Antonio Rey es un guitarrista de guitarristas… un guitarrista al que adoran y admiran los guitarristas, algo habrá…

Redacción: Onésimo Samuel Hernández Gómez.

Fotografía: José Miguel Cerezo Sáez.

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