La nueva normalidad de Poveda

 La séptima edición del Festival Flamenco on Fire comenzaba la mañana del miércoles con un recital en la Plaza de los Fueros a cargo de El Londro y Jesús Guerrero. Por la noche el protagonista sería Miguel Poveda que con un concierto de más de dos horas y media inauguró con éxito las galas del festival navarro.

Después de un largo viaje llegamos a Tudela, que en esta edición se convertía en sede inaugural del Festival Flamenco on Fire, uno de los poco que se han atrevido a programar a pesar de las circunstancias. No pudimos llegar a tiempo de ver el recital que ofrecerían El Londro y Jesús Guerrero, una pena para los sentidos no haber podido disfrutar de estos dos artistas en un lugar tan emblemático. Sí llegamos a tiempo de dar un paseo inspirador por la Judería en la que nos encontrábamos con el primer indicio flamenco de nuestra estancia, cerca de la Calle San Antón, con ese monumento que hace un guiño a la convivencia actual con una estatua de un “Atabal” (instrumento de percusión similar a un tambor) en cuyo pedestal se encuentra dibujada la figura de Camarón de la Isla. ¡Qué bonito sería destacar la convivencia dentro del mundo flamenco! ¿Verdad?

También nos dio tiempo a pasear por la ribera del Ebro para recordar aquella letra por alegrías que dice: “Por pasar el Ebro a verte / Yo le di un duro al barquero / los amores de Navarra / Son caros, pero son buenos”. No estaba mal como preludio a lo que nos esperaba en el coqueto Teatro Gaztambide en el que disfrutaríamos de la primera gala nocturna del Festival. Miguel Poveda era el protagonista de la noche.

El cartel de no hay billetes llevaba colgado varios días y la expectación era grande. Teatro abarrotado, dentro de lo permitido, debido a las pertinentes medidas de seguridad que hacen dejar un espacio vacío entre desconocidos que por un momento pasan a formar parte de esa gran familia melómana. Y es que, pese a los riesgos que nos trae este virus, como declaraba Miguel, de la música no se disfruta igual ni en un disco ni en un vídeo, se disfruta realmente en el tú a tú, cuando se comparte, cuando las sensaciones que se perciben, pero no por el oído ni por la vista, entran en juego.

Aparecían sobre el escenario los músicos habituales de Poveda que, tras las primeras notas, entraba en el escenario ataviado con un traje color rojo Navarra para ofrecernos su último single publicado este año, De qué manera. Y es que Miguel se considera artista y teatral y alardea de ello. No tiene remilgos en cambiarse tres veces de vestuario, en pronunciar sus gestos para interpretar también con ellos y, por supuesto, en hacer guiños a la tierra que visita comenzando su concierto con ese traje rojo en honor a la bandera navarra.

La luz se atenuaba y el badalonés continuaba su recital con el pregón del uvero, con esa maravillosa letra de Quintero, León y Quiroga que hiciera célebre el genio Manolo Caracol y que Poveda dejara grabado en aquel bello disco publicado en 1999 que llevaba por título Zaguán. Y es que Miguel ya tiene una carrera lo suficientemente amplia como para navegar entre su discografía y dejarnos pinceladas de cada uno de sus trabajos en sus recitales. Así continuó haciéndolo con el tributo a Federico García Lorca, interpretando el poema El Silencio, que el cantaor catalán recogería en su disco Enlorquecido. En ese momento el público ya comenzaba a ponerse en pie al final de cada tema, algo que no suele ser muy habitual al inicio de los espectáculos. Al parecer, la legión de seguidores que había tenido la suerte de conseguir su entrada, disfrutaba del reencuentro con su ídolo.

Llegaba el momento de homenajear al homenajeado de este Flamenco on Fire 2020,

Ese despecho etrusco de Marte / ese bastón para andar por derecho /ese pedrusco de dedo meñique. / Ese que guarda el secreto del arte, / en la botica más jonda del pecho, / ese Sabicas tocándole a Morente…

Con estas letras que tantas veces han interpretado Joaquín Sabina, Pedro Guerra y el propio Poveda, rendía tributo el badalonés al guitarrista que, al fin y al cabo, es la razón de ser de este festival, Sabicas, ese español universal que abrió tantas puertas y ventanas al flamenco y al que tanto le debemos.

Poco a poco el climax se iba creando, sin duda el concierto iba de menos a más y es que Poveda tenía ganas… Reconocía ante el público sus ansias de escenario durante este confinamiento y confesaba que con tal de compartir la música y de poder cantar era capaz de ir hasta al “bautizo de una muñeca” para poder hacerlo. Y para celebrar la nueva normalidad, continuaba su recital acordándose de Bambino con Quítame el beso de anoche. Miguel se marchaba por primera vez de las tablas del Gaztambide para dejar el protagonismo a sus músicos. Tela de músicos como decía alguna voz desde el público. La guitarra de Jesús Guerrero, el compás de Carlos Grilo, la percusión de Paquito González y el cante de El Londro regalaban unas intensas y maravillosas bulerías que volvían a poner al respetable en pie. Es cierto que, hasta ese momento, personalmente me había costado entrar en el concierto, quizás por las largas horas de viaje, quizás por la mascarilla que casi no te deja decir ni ¡ole!, pero el ritmo y el compás de los escuderos me hizo empezar a navegar en un mar de sensaciones.

Regresaba Miguel al escenario, con un sobrio traje negro y una clara declaración de intenciones: había venido a Tudela a cantar flamenco. Solo junto a su fiel Jesús Guerrero interpretaba de manera solvente una maravillosa petenera. Soleá por bulerías para continuar, enlazada con bulerías por derecho con versos de De buen aire y ¡Qué borrachera! también del disco Zaguán, jugueteando con cantes, acordándose de la PerlaRemedios Amaya, adaptando fandangos al compás de la Bulería, sacando oles del público. La fiesta acababa de comenzar…

Continuaba el recital y Poveda quería acordarse de otros maestros como Marchena o Valderrama, así que, compartiendo cante con El Londro, rendía tributo con unas guajiras. Si estamos acostumbrados a ver a Miguel proyectando su voz hacia el exterior, en estos cantes intenta inmiscuirse y deleitarse en su interior cantando muy pa’ dentro. Previamente reconocía que, en sus comienzos en el tablao El cordobés de Barcelona, no eran los cantes que más interpretaba, pero que ahora lo hace porque los considera estilos “gourmet”, y es que hay que tener el gusto muy refinado para disfrutar de esos cantes de ida y vuelta con los que se pueden apreciar todos los melismas de una voz y Poveda lo intenta, les está cogiendo el gusto.

De nuevo se quedaban solos en el escenario Miguel y Jesús. Adelantaban sus sillas para acercarse al público con la intención de hacer más íntimo el momento. Era el momento de cantar por seguiriyas. El de Badalona se dejaba la piel en cada tercio, gustándose a sí mismo y dejándose inspirar por la maravillosa e impecable guitarra de Guerrero que le guiaba despacito para cerrar de manera esplendida por cabales.

Y de la solemnidad a la fiesta, en esta ocasión por tangos para acordarse de Pastora, para hablar con Dios, para ganar doblones… para combatir con el sonido, cuyos acoples permitieron escuchar a Miguel sin amplificación de por medio, de cerca, sin más decibelios que los que proyectaba su voz. Pero la noche seguía por tangos, para llevarnos a Triana y recordar al Titi, con ese estilo que Poveda frecuenta con asiduidad, con un aroma y una gracia especial.

Improvisadamente, el artista se acordaba del barrio de su niñez, de aquel Bufalà en el que a él le “gustaba bajar a la calle para juntarse con las vecinas mayores, que se sentaban en las puertas de las casas” para escuchar todas esas músicas que formaban parte del acervo cultural. Y así pensó en dedicarles su siguiente interpretación a “todos aquellos emigrantes andaluces que hicieron grande a Cataluña” y lo hizo interpretando las músicas que se escuchaban en aquellas radios, concretamente con cantes de Lole y Manuel, de los que Miguel se declara ferviente admirador. De nuevo público en pie…

Llegaba el turno de las cantiñas para, una vez más, acordarse de la tierra que lo acogía con esa letra que dice “¡Navarrito, navarrito, / qué bien te pega la gorra” / ¿De qué regimiento eres? / ¡De Navarra soy, señora!”. Poveda sabe conectar con el público, le da lo que necesita en cada momento, le incita con sus gestos y sus miradas a estar ahí, a interactuar, a disfrutar con cada momento del espectáculo, eso lo saben hacer los artistas, y Miguel lo es. Tras la larga tanda de cantiñas llegaba el turno de la bulerías de Cádiz en las que el artista se desenvuelve como pez en el agua y en las que disfruta flanqueado por sus maravillosos músicos.

Tras dos horas y media de concierto, Poveda se marchaba del escenario, aunque ante la insistencia de los asistentes regresaba a las tablas del Gaztambide vestido con una chaqueta de lentejuelas para culminar el espectáculo, interpretando aquella maravillosa letra de Manuel Alejandro de Voy a perder la cabeza por tu amor. Quizás Poveda llegue a perder la cabeza por el amor que le profesa su público, pero nunca se podrá dudar de su pasión, de su entrega y de su calidad artística que lo hacen estar en la parte alta del escalafón flamenco porque así lo corrobora el público, le pese a quien le pese.

El flamenco continuará siendo protagonista esta semana en Pamplona, y nosotros seguiremos contándoselo.

 

Redacción y fotografía: Onésimo Samuel Hernández Gómez.

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