La guitarra superlativa
El Auditorio Municipal La Chumbera del Sacromonte granadino vivió el pasado sábado por la noche una jornada especial. Uno de sus vecinos, Juan Habichuela nieto, ofreció con el incomparable marco de La Alhambra de fondo, un recital de muchos quilates. Resonó profundo el eco de su toque mágico en el espacio escénico de la ciudad mozárabe que vibró a su vera. Flamenco de raíz, nacido y criado en esas calles para nuestro gozo y disfrute.
La figura esbelta y racial del tocaor apareció en las tablas de una Chumbera que ya desde el primer minuto anduvo rendido a su arte. Las falsetas de la sonanta de Juan se unieron a la majestuosa figura de La Alhambra que paulatinamente emergió en el fondo del escenario con la subida del telón. Rondeña para romper el hielo. Tras su inicio en solitario llegaron letras míticas del imaginario de nuestra cultura: ¡Ay pena, penita, pena! o María de la O, algunos de ellos. Y de la copla a la melancolía con un bolero acompañado por la segunda guitarra de Marcos Palomera y la percusión de Antonio Gómez.
El Levante asomó por La Chumbera. Taranto con el cante dolorido de Joni Cortés para recordar el Bordón Minero que Juan obtuvo en el Cante de las Minas de La Unión en 2011.Y de tierras mineras a Cádiz. El son y la sal por alegrías con el baile de Israel Moreno revolucionaron al respetable que tímidamente acompañaba con sus palmas el compás de los músicos, que cada vez se encontraban mejor sobre el escenario. Manzanita y su Ramito de violetas se erigieron a continuación en protagonistas.
¡Qué Bonita esta parada! Como bonito fue el momento íntimo del tocaor junto al cante de la polifacética artista Sara Vega que interpretó otra letra de esas que ya son parte de nuestras vidas. Pero antes y tras el homenaje a Manzanita, Antonio Gómez ofreció un trepidante solo de percusión poniendo al auditorio patas arriba. Volvamos con Sara y Juan…
Es la historia de un amor
como no hay otro igual
que me hizo comprender
todo el bien, todo el mal
que le dio luz a mi vida
apagándola después
hay que vida tan obscura
sin tu amor no viviré.
Nos acercábamos al final del espectáculo y lo hicieron por tangos. Se unió al grupo de músicos Encarnación Amador Heredia, La Nitra, acompañando a Juan por este cante de ida y vuelta y nosotros que ya le habíamos cogido el gusto a la noche nos quedábamos con ganas de más.
Echamos de menos un final de fiesta por bulerías, un éxtasis colectivo que sin embargo llegaría cuando cerrabas los ojos y te dejabas ir al aire de las cuerdas de la sonanta del tocaor. Juan Habichuela nieto, la guitarra superlativa.
Redacción y fotografía: Gabriel Maldonado.