Flamenco honesto y sentido en la Cueva Flamenca de Lorquí
Hace algo más de un año nació un proyecto lleno de magia, la Cueva Flamenca de Lorquí. Una iniciativa cargada de ilusión y amor a la cultura, al flamenco. Un lugar puro en el que sientes el cante cerquita, en el que la voz, que acaricia las paredes de roca horadadas con las manos de gente limpia, te llega muy dentro. Flamenco honesto y sentido en las entrañas de la tierra, tierra que removió el cante de Verónica Sobrinos junto al toque de Faustino Fernández en la noche del pasado sábado 9 de febrero y que nosotros así vivimos y contamos…
La juventud de Lorquí fue la encargada de romper el hielo por alegrías: cante, toque y baile a cargo de cuatro jóvenes que dan sus primeros pasos en el flamenco, arte que les brota, les retuerce las entrañas y que seguro les dará grandes días a lo largo de sus vidas. ¡Ole vosotros y ole la Cueva Flamenca por abrir sus puertas a las nuevas generaciones! Tras ellos, Verónica y Faustino, Faustino y Verónica.
Seguiriya, cantes de trilla y nana conformaron el albor de la velada al abrigo de la voz dulce de Verónica Sobrinos. Una artista, la cartagenera, que tras diez años de estudio de cante flamenco y mucho trabajo, lucha por hacer su hueco en el complejo mundo del arte. Tras el prometedor comienzo, nos llevó a las entrañas de otras tierras cercanas y también carcomidas con las manos de gentes nobles y humildes: la Sierra Minera de Cartagena y La Unión. Minera y cartagenera grande para recordar su origen.
Continuó con jondura por soleá y malagueña que remató por fandangos de Graná, con esa letra perpetuada y esculpida para la eternidad por maestros como Antonio Molina o Enrique Morente y que ella tomara prestada de uno de sus referentes, Curro Piñana…
«Un sereno se dormía
en la cruz blanca del barrio,
un sereno se dormía
y la cruz le daba voces,
sereno que viene el día«
Por tientos, con ecos a la Dama del Cante de Levante, Encarnación Fernández, volvió a parar el tiempo la cartagenera en la Cueva Flamenca de Lorquí que se arrebató por tangos canasteros en este último tercio de la noche. Melosa y pausada, por bambera, meció el cante para dejar paso al toque sutil y profundo de Faustino Fernández con un solo, ora lleno de calma, ora vertiginoso y con el que se ganó definitivamente al respetable.
Cerraron su actuación por Cádiz llevándonos por alegrías que arrancó con un tercio de creación personal dedicado a su amigo, el desaparecido Fernando Barral Sierra. Ambos, cantaora y tocaor, abrazaron la ovación del público, público que no los dejó marcharse tan fácil. Gritos de ¡otra, otra, otra…! y volvieron a las tablas de la cueva para despedirse por zambra.
¡Llévala hacia su estrella, contramaestre Barral Sierra!
Redacción y fotografía: Gabriel Maldonado.