F L A M E N C O

 Noche de alto voltaje en La Unión con la actuación de Rancapino Chico y Farruquito ante una Catedral del Cante, de nuevo, repleta de aficionados al flamenco en la penúltima gala previa al concurso minero. Dos castas en las tablas unionenses, una cantaora y otra bailaora. Dos formas de ver el flamenco desde las raíces más jondas y más de dos horas de disfrute, esta vez sí, de flamenco sin aditivos. Puro.

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Alonso Núñez Fernández Rancapino Chico abrió la gala en el antiguo mercado público unionense en la noche en la que se podía haber reivindicado como uno de los más firmes puntales del cante del mañana. Pero el chiclanero se quedó ahí, en tierra de nadie. Cantó delicioso, dulce y con jondura pero le faltó romperse y dejar al público rendido a sus pies, porque lo podía haber hecho. Porque su voz atesora uno de los metales más preciosos de rondan el actual panorama flamenco. Y se quedó ahí, a las puertas de la gloria en La Unión

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Comenzó por minera en un guiño a la tierra. Taranto y malagueña, la del Mellizo, en este arranque templando su garganta. Continuó por tangos, acompañado por el toque de Antonio Higuero y las palmas de Chicharito de Jerez y Pepe Rubichi. Ofreció tres letras por este cante de compás al que dejó desnudo de ello y viudos a nosotros de habernos ido a su lado a las palmas. Fandangos en los que se regocijó y disfrutó su cante, valiente en esta ocasión, a pelo en el borde de las tablas de la Catedral del Cante. Bulerías, con esa pausa suya en sus formas cantaoras y con el rajo de su casta. Cerró por zambra, quebrando su voz en los últimos tercios y dejándonos con ganas de más, de más compás y de más cante por su tierra.

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Juan Manuel Fernández Montoya Farruquito presentó Improvisao en La Unión, una ciudad que lo esperaba con los brazos abiertos y ante la que el bailaor sevillano se vació ofreciendo todo lo que lleva dentro. Arrancó esta segunda parte de la noche por toná con el cante de Juan Villar y Pepe de Pura en un diálogo jondo que dejó boquiabierta a la Catedral del Cante. Apareció a continuación el Príncipe Gitano para desgranar su baile por seguiriya. Baile que arrebataba y ralentizaba a su antojo, baile que llegaba puro y con una energía desmedida a las butacas del espacio escénico unionense, baile que hizo sentío para nuestro gozo.

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Corrillo en el centro del escenario entre los músicos mientras Farruquito se preparaba para su siguiente baile: alegrías. El compás en la guitarra de Román Vicenti, la percusión de Antonio El Polito y las palmas y cante de María Vizárraga, Juan Villar y Pepe de Pura trajeron a La Unión una explosión de ritmo y movimiento. Ocupaba Farruquito todos y cada uno de los espacios de las tablas unionenses. Se regocijaba en su taconeo, paraba, arrancaba desbocado el nieto de El Farruco, como desbocado fue el cante de la Vizárraga que provocaba que nos hiciésemos, si cabe, más pequeños en nuestras butacas.

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Granaina en el toque de Román Vicenti fue la siguiente parada antes de volver Farruquito al escenario por soleá. Solenme y sobrio en su vestuario y en sus formas bailaoras. Impresionante de nuevo el baile de Juan Manuel que cerró su actuación en La Unión por bulerías. ¡Qué más nos queda por decir de esta oda a la flamencura! Y llegó Farruquito y nos dijo una gran verdad cerrando la noche: En la improvisación está la verdad. Y nosotros nos callamos y disfrutamos ¡Ole tú Farruco!

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