Pausa y arrebato en el I Festival Flamenco Miguel Hernández

 Orihuela abrió su precioso Teatro Circo en la noche del pasado viernes al flamenco con la celebración del I Festival Flamenco Miguel Hernández. Unió así la localidad alicantina su nombre, al abrigo de las formas cantaoras de Rancapino Chico y el baile racial de Alba Heredia, a nuestro Bien Inmaterial de la Humanidad. Y la ciudad del poeta fue por unas horas más flamenca que nunca…

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Comenzó la velada de la mano de la presentadora de la noche, Rocío Hellín, quien evocó al poeta oriolano y a los históricos lazos flamencos de la ciudad del Segura. Tras su discurso, arribó a las tablas del teatro el duende del cantaor chiclanero Alonso Núñez Rancapino Chico acompañado al toque por Antonio Higuero y el compás de Caracolillo de Cádiz. Soleá para comenzar a templar esa voz dulce que te embriaga y te lleva a sus entretelas, te reblandece y te deja a sus pies. Susurro y rajo en su metal. Como lo hizo también por alegrías con ese compás que lleva dentro, que es parte de su raza y que el chiclanero pausa y goza.

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A compás, pero por tangos, continuó la noche, llevándonos el cantaor por los vericuetos dulces de su voz…

Tengo celos de las flores,
del espejo en que te miras,

del peine con que te peinas,
y del aire que respiras.

Bulerías la siguiente parada de Rancapino Chico quien sin llegar a quebrar su garganta se salió por momentos de la perfección y linealidad de su cante, llegando entonces momentos especiales al Teatro Circo. Junto a Caracolillo de Cádiz, que lo acompañó a las palmas y al compás durante toda la velada, nos regalaron una larga tanda de cante por fandangos para cerrar su actuación en el I Festival Flamenco Miguel Hernández.

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Tras el cante pausado y dulce de Rancapino Chico llegó el tronío al Teatro Circo. Las voces rudas y redondas de Alfredo Tejada y Juan Ángel Tirado llenaron todos y cada uno de los huecos del espacio escénico oriolano impresionando al respetable con su lamento profundo y sentío en el arranque, junto a la guitarra, plena ecos morunos, de Luis Mariano por bulerías. Finalizando este primer número del espectáculo de Alba se unió la voz gitana y melosa de la madre de la bailaora, Rafi Heredia y el Teatro Circo, con menos público del esperado, se vino abajo.

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Y llegó Alba Heredia. Es el cuerpo de la granadina una oda a la belleza, son sus movimientos la brisa de la mañana del Sacromonte atesorando en sus piernas la fuerza del interior de la tierra y el embrujo de aquella cueva granadina donde siendo una niña comenzó a bailar hace ya algunos años. Por soleá abrumó Alba a Orihuela. Aleó su baile encolerizado y desatado con momentos íntimos y pausados en los que nos fue embaucando con su mirada profunda y socarrona.

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 Hizo suyas las tablas del Teatro Circo y nos volvió a conquistar la bailaora por esa soleá que cuadra la nieta de La Rocío. Gestos, miradas, desplantes y escorzos imposibles en el baile de una de las llamadas a ser grandes en el futuro de esta bendita locura llamada flamenco. Bulería para acabar su intensa, pero corta actuación, y dejarnos con ganas de más. De más Alba Heredia y de más flamenco. ¡Hasta el próximo año!

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