Encarnación y el cante doliente
Era Encarnación Fernández (Torrevieja, 1951) apenas una niña cuando entre tarea y tarea de casa bailaba, se iba por rumbas o canturreaba la copla de Marifé de Triana. Mientras, a su alrededor, el cante severo de la tierra comenzaba a emerger de la mano de Pencho Cros y su padre, el tocaor Antonio Fernández, de la oscuridad a la que había sido relegado durante muchos años. Aquella niña fue creciendo con el quejío de La Unión a su vera, con su aroma minero y el cante doliente que comenzó a aprender en su adolescencia y que hoy, el pasado domingo, en La Cueva Flamenca de Lorquí volvió a regalar a la maravillosa minoría que acudió a la llamada de la cultura.

Eran las doce y media de la mañana y bajo un sol de justicia cuando la doble Lámpara Minera, Melón de Oro de Lo Ferro y Dama de los cantes mineros inició una nueva exhibición de cante añejo. Comenzó a templarse por malagueña y cantes de la tierra a la vera de su hijo, Antonio Muñoz Fernández, Bordón Minero en el año 1989, haciendo temblar los pilares de este hermoso proyecto de La Cueva Flamenca de Lorquí. Despacito pero llena de jondura continuó por garrotín: «Dices que no me quieres / y a mi lo mismo me da / yo tengo mi gitanito / que me camela de verdad».


Cerró su recital, que debería ser de obligado disfrute y conocimiento para todas las murcianas y murcianos, por bulerías. Comunión de ayeos y falsetas, desgarro al cante y toque vertiginoso de Encarnación y Antonio Muñoz para arrebatarnos y sellar un domingo glorioso de cante grande e ilusiones. ¡Qué siga el espectáculo!
Redacción y fotografía: Gabriel Maldonado Rufete.