El hombre de la armónica

 Continuábamos nuestro paseo por Pamplona y decidíamos acudir al Café Iruña, mítico establecimiento de la capital navarra, conocido por ser uno de los que asiduamente visitaba Hemingway en sus visitas a la ciudad. Parecía que entrábamos en una máquina del tiempo, en un espacio señorial que parecía mantener toda la esencia que podría tener en aquellos años 20. Soñábamos a un Ernest Hemingway inspirándose en el lugar, imbuido en sus letras que posteriormente quedarían plasmadas en sus reportajes y grandes obras. Para crear es inevitable conocer y por ello es tan necesario investigar sobre lo desconocido y reflexionar sobre ello. Adentrarse en paraísos lejanos o cercanos con el objetivo de ofrecer algo nuevo. En la música ocurre lo mismo. Es interesante viajar por los diferentes géneros para aprender y para, en ciertos momentos, ofrecer una versión diferente.

La tarde noche del sábado, en el marco del Festival Flamenco on Fire, el Teatro Gayarre de Pamplona acogía el espectáculo Veinte veinte, en el que cuatro talentos de la música mundial se reunían para caminar por una única vereda. Josemi Carmona, Antonio Serrano, Javier Colina y Borja Barrueta unían su conciencia musical para convertirse en protagonistas de esta muestra de arte en estado puro cuyo estreno absoluto había tenido lugar en la Plaza de la Trinidad de la ciudad de San Sebastián, en el marco del reconocido Festival Jazzaldia. Y es que estos músicos navegan por diferentes estilos, sin miedo a naufragar, entre orillas de sonidos dispares que enriquecen el acervo cultural.

Con una maravillosa versión de ese himno generacional creado por Ray Heredia como es Alegría de vivir empezaba el espectáculo. Más de ocho minutos de tema en el que los músicos dialogaban con las melodías que extraían de sus instrumentos. Sutiles, impecables en todo momento, hacían las delicias del público asistente en un espectáculo que desde hacía varios días tenía colgado el cartel de “No hay billetes”.

Los tangos compuestos por Josemi Carmona eran la siguiente parada en el recorrido musical. Una conversación con un lenguaje diferente, pero entendible por todos, hacía vibrar el patio de butacas, que raudo asimilaba el nuevo idioma para corresponder con una gran ovación. Es mucha la experiencia de estos cuatro artistas que han recorrido el mundo con sus melodías y ritmos, y eso se nota, se transmite y se disfruta.

Ciertos problemas en el sonido, producidos por un cable díscolo, hacían que hubiese un alto en el camino para que Antonio Serrano saliese rápido al quite ofreciendo la posibilidad de tocar algún tema de Sarasate. Lo que parecía una broma, ante el fulgor del público, se convirtió en realidad. Y ahí estaba Serrano apuntando con su armónica unas notas del reconocido violinista pamplonica, acompañado por los rítmicos aplausos del respetable. Al fin y al cabo, esos momentos son los que hacen memorables los conciertos para el público en general, eso que se produce sin querer, sin esperar, que hace ver que los músicos que están sobre el escenario son personas de carne y hueso, por increíble que parezca…

Proseguía el concierto con versiones de grandes estándares de jazz como You and the night and the music, o Danny Boy con los que los músicos se mostraban libres de ataduras, moviéndose en el respeto que debe dársele a las musica, buscando que sus estilos personales no predominasen ninguno sobre otro, poniendo todo su conocimiento y personalidad al servicio de una única música.

Solo sobre el escenario se quedaba Josemi Carmona para interpretar de manera excelente unas maravillosas granaínas. Ese toque ad libitum, lleno de matices, forjado por unos largos trémolos tocados de manera limpia e impecable por el guitarrista de la casa Habichuela que desataba los aplausos del patio de butacas.

De nuevo, todos sobre el escenario continuaban el espectáculo, buscando su tiempo, acompañando al resto y sobresaliendo cuando era necesario. Estableciendo puntos comunes entre sus individuales concepciones musicales para generar un todo armónico amable y lleno de empatía y de paz.

Se quedaban solos, sobre las tablas del Gayarre, Josemi Carmona y Javier Colina, este apoyaba su contrabajo en el suelo para abrazar aquel instrumento con el que se desarrolló como músico en sus comienzos, el acordeón. Juntos realizaban una particular versión de una preciosa farruca, aquel estilo flamenco que tiene su origen entre Galicia y Asturias, para homenajear a Sabicas, con alguna que otro guiño al tango argentino –quizás por el timbre del instrumento- en una conjunción sonora perfecta.

Tras unas eléctricas bulerías y con el público en pie, los músicos se decidieron a tocar esa bellísima nana de Drume negrita con la que finalizaba el concierto. Nos quedábamos con ganas de más, menos mal que al día siguiente íbamos a poder seguir disfrutando de uno de estos cuatro musicazos…

Llegó la hora de Antonio Serrano, que se presentaba la tarde del domingo en el escenario del Palacio Condestable, junto a sus armónicas, su piano y su pedalera. El músico madrileño no necesitaba presentación, sus colaboraciones con los más importantes artistas a nivel mundial y su intensa carrera discográfica lo avalan.

El armonicista madrileño es un artista que disfruta de la música, sin juicios ni prejuicios, y le gusta compartirla con quien así lo siente y lo entiende, y el público del Civivox era el idóneo, sabía perfectamente quien era el artista al que iban a ver y sus mentes estaban abiertas a todo lo que viniese.

 

Serrano empezaba su actuación con su armónica, introduciendo composiciones clásicas, con melodías que nos recordaban a Rogelio Huguet y Tagell. En su casi conferencia ilustrada contaba las dificultades con que se encontró en sus comienzos, en el mundo de la música clásica, descubriendo en el jazz y en el blues su espacio de confort, donde le dejaban ser él. A pesar de ello y con la intención de crear un repertorio clásico especialmente para armónica, decidió escribir varios estudios con el objetivo de comenzar a generar una obra para el futuro.

Antonio Serrano también se puede considerar un creador, de hecho, ha intentado transferir la técnica del trémolo de guitarra de Tarrega a su instrumento, lo que ilustraba en su siguiente interpretación. Con ese peculiar “vibrato” consigue ejecutar obras que de otra manera sería imposible, creando nuevas sonoridades que enriquecen las originales.

 

En ese momento, el músico madrileño cambiaba de la armónica cromática a una más sencilla y continuaba utilizando su pedalera generadora de loops para interpretar East and west, una composición en la que el artista viaja por distintos sonidos del mundo, respetando las músicas y uniéndolas en una. Continuaba entonces con un tema tradicional chino basado en las escalas pentatónicas. Serrano destacaba la belleza de estas músicas, que comparten las mismo cinco notas con las africanas, y explicaba que, con la llegada de la música a occidente, ante la necesidad de representar el dramatismo, era el hombre blanco el que introducía las disonancias para luego volver a la paz.

Pero no quedaba ahí la cosa, el público le pedía al músico que interpretase alguna obra de Alberto Ginastera. Serrano se ruborizaba ante la dificultad de la propuesta sin tenerlo preparado previamente, pero se atrevía a improvisar algo parecido a las creaciones del compositor argentino. Algo que sonó intenso, con una fuerza inusitada y lleno del dramatismo que imprimía a sus músicas el que es considerado uno de los más importantes compositores americanos del siglo XX.

A continuación, Serrano, como si de un hombre orquesta se tratase, interpretaba un blues, esa música que tanto le debe a su instrumento, cantando, tocando con una mano el piano y con otra la armónica, grabando loops con el pie y reproduciéndolos al mismo tiempo. Un alarde de saber y buen hacer, demostrando un dominio de la técnica y una agilidad mental inusitada.

Continuaba el recital y el público le pedía algo más flamenco, en concreto unas alegrías. Así que el armonicista se atrevía a interpretar un cachito de unas de las que tocaba cuando acompañaba al maestro Paco de Lucía. Serrano no dejaba de sorprendernos y terminaba su actuación interpretando de manera sublime la una parte de la obra The Carnival of Animals, concretamente El cisne del ilustre compositor francés Camille Saint Saëns. Una delicia para los sentidos.

Así concluía el ciclo de conciertos que tuvo como sede el Palacio Condestable. Hasta que llegó su hora, El hombre de la armónica, consiguió dejar en la mente del público uno de los recuerdos imborrables de esta séptima edición del Flamenco on Fire. ¡Gracias a la música! ¡Gracias maestro!

Redacción y fotografía: Onésimo Samuel Hernández Gómez.

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