Del "Tercer Cielo" al séptimo para romper los límites del flamenco
El filósofo y ensayista español José Ortega y Gasset afirmó que «nuestras convicciones más arraigadas, más indubitables, son las más sospechosas. Ellas constituyen nuestro límite, nuestros confines, nuestra prisión» y sobre ello he estado reflexionando tras el recital en el que Rocío Márquez y Bronquio presentaron su nuevo trabajo, «Tercer Cielo» en el marco de la VI Semana Flamenca de Alhama.

Y me quedé anclado a ese pensamiento del filósofo tras disfrutar de un viaje entre el cante y la música electrónica en el que se grita a la libertad creativa y la unión de mundos que hoy están más cercanos que nunca. Es «Tercer Cielo» una oda a la osadía, a esa libertad antes aludida. Es una comunión de estilos de los que emana belleza enlazando lo vaporoso del cante de la Márquez y la sensibilidad que brota de los botones y cables del equipo de Bronquio. Supone el espectáculo un estado de alerta y desasosiego para el espectador en el que no sabes por donde te va a llegar el pellizco. Porque llegar, llega…
Arrastra Rocío, para comenzar, su cante por la boca del escenario con la canción milonga «Paraíso». Mientras, luces y sonido acompañan la escena ante el asombro del numerosísimo y heterortodoxo público que no quiso perderse la premiere de este cielo en la Región de Murcia y que en Alhama no fue el tercero, sino el séptimo porque con la voz, ora sedosa, ora desgarrada, de Rocío y esa delicadeza que nace de los aparatos electrónicos del productor jerezano nos elevaron a él: «Si me levantas el pelo / verás mi frente marcá / por las navajas del tiempo / verás mi frente marcá«.

Continuó la noche por bulerías con el compás marcado por Bronquio y la palabra de García Lorca procedente de su «Teoría y juego del duende» en la que evoca al duende, el ángel y la musa: «Exprimelimones». Alhama contenía la respiración ante la puesta en escena de un disco con visos de convertirse en historia de este arte. Enlazan la bulería con unos verdiales, «Niña de sangre», que van llevándote, si los hubiera, de cielo en cielo: «Venga fiesta y alegría / bailo hasta romper el suelo / venga fiesta y alegría / por un motivo profundo / que me ilumina la vía / por si se cayera el mundo«, verdiales que terminan con un loop eterno rematado con el «Agua» de Rocío, por tangos. Asombro e incredulidad ante el exceso de conocimiento y elegancia, de potencia, que nace entre ambos.
Ralentizaron las pulsaciones con la «Nana de Sevilla», de nuevo por Lorca, que la de Huelva grabase en su trabajo «Firmamento«. Belleza y sosiego antes de volar con un «Ala rota» por garrotín, la siguiente estación electrónicojonda. «Tran tran treiro, taratatreiro treiro tran» y más canto a la libertad porque este arte no sería lo que es hoy sin los creadores que, generación tras generación, han ido aportándole oxígeno, ideas y alma. «El mengue y la zarabanda» desgranados por Bronquio dieron paso a «Droga cara», aguilando de Aledo (Murcia), con la que la artista homenajea a una tierra que la venera, tierra de aguilandos y trovos, de cultura popular y tradicional, tierra de flamenco que en esta ocasión se viste de vanguardia y experimentación en Alhama.

Reinventa Bronquio «Empezaron los cuarenta» de su trabajo «Visto en el Jueves» y que Rocío revienta… La noche siguió desbordándose con ese «Tercer Cielo» que rompe los límites del flamenco, que transita nuevas «vereas» sin complejos y que grita a una nueva generación pseudojonda que camina por mundos paralelos, como en todas las artes, con la C A N C I Ó N por S O L E Á (que no por soleá) «Prefiero la muerte». ¿A quién le importa cómo se clasifique si lo que queremos es que nos ericen? Por otro lado, ¿Quién es dueño de su vello? ¿De sus emociones?
«Mercancía» por pregones, la bulería «Mmmm», la rumbaza «De mí» o la canción toná «La marca» nacieron de Rocío y Bronquio para culminar este paseo por el cielo, el primero, el tercero o el séptimo, tantos como existan, pero siempre el cielo de las emociones para cubrir a la Semana Flamenca de Alhama de oro.

Tras volver de este viaje onírico tropieza uno con la realidad y con la cantidad de negacionistas de lo jondo que uno lee por esta o aquella red y piensa, siguiendo a Ortega y Gasset, en la prisión a la que es sometido un arte que antes ya fue revolucionado por un tal Enrique Morente otro tal Camarón de la Isla, por el propio Paco de Lucía y, con anterioridad, hace casi cien años por El Negro Aquilino y Fernando Vilches con su saxofón flamenco, por Vicente Escudero al baile o los SMASH junto al enorme Manuel Molina en los 70. Nada nuevo bajo el sol.
Redacción: Gabriel Maldonado Rufete.