De lo humano a lo divino

 La noche del domingo, Raül Refree y el Niño de Elche, presentaban en el Patio del Cuartel de Instrucción de Marinería de Cartagena, en el marco de La Mar de Músicas, su nuevo proyecto ‘Ecstasis’, una obra musical experimental que asciende a la máxima espiritualidad, alcanzando el sumo misticismo y éxtasis sonoro.

A las nueve y media de la noche subían al escenario dos asiduos, en los últimos años, del festival cartagenero, Raül Refree, del que ya habíamos podido disfrutar en La Mar de Músicas acompañando a Rosalía en el año 2017 y a la portuguesa Lina en 2019, y el Niño de Elche que, ese mismo año, presentó su disco ‘Colombiana’ y que en esta vigésimo sexta edición del festival había presentado, un par de días antes, el proyecto Fuerza Nueva junto a los Planetas en el Auditorio Paco Martín.

Comenzaba la presentación de ‘Ecstasis’ con sonidos ambientales generados por los sintetizadores de Refree, a los que pronto se unían las variaciones vocales del Niño de Elche. Sonidos fluidos que servían como preámbulo necesario para la creación del clima en el que los artistas querían imbuir al público. Comenzaban entonces a sonar sonidos percutivos metálicos generados artificialmente, como si de yunques de fragua se tratasen, pero sin tempo aparente, aunque siguiendo ciertos patrones que, en algunos momentos, eran respaldados por susurros ventosos. El Niño de Elche empezaba a descomponer sílabas de ese verso del canto ‘Oh Virgen pura alégrate’, para volver a descífrarlo y llevarlo a las tonalidades de la música bizantina.

Ya habíamos podido disfrutar de algo similar a esto en la instalación sonora que el artista ha creado para el Museo Reína Sofía, ‘Auto Sacramental Invisible. Una representación sonora a partir de Val del Omar’, del que hace unas semanas les hablamos en esta revista. Está claro que la creación es un proceso evolutivo y el prolífico Niño de Elche sigue una línea clara que lo está llevando a un proceso de madurez inventiva extraordinario.

Cogía entonces Refree la guitarra, para acariciarla de ese modo tan peculiar y característico, y daba pie al Niño de Elche para adaptar esos fandangos naturales marcheneros, que en su día también publicase Rocío Márquez, quien se encontraba entre el público asistente, en el disco “El Niño”, en el que también colaboraba el de Elche: “Y en aquella cruz de piedra donde rezamos los dos, luego rezaste con otra y la cruz se estremeció y yo pensé volverme loca”.

De nuevo al piano Refree, quien colocaba una baquetas sobre las cuerdas de este para hacer celestial su toque y llevarnos a aquel cántico religioso ‘Tú has venido a la orilla’ que dice “Señor, me has mirado a los ojos / Sonriendo, has dicho mi nombre / En la arena, he dejado mi barca / Junto a ti, buscaré otro mar”. Un sonido que se asemejaba al de un piano y una clave juntos, para dar paso a cantes litúrgicos interpretados por el Niño de Elche que incluían fragmentos de la ‘Oración del Santísimo Sacramento’ y del ‘Prefacio de los domingos durante el año I’, concretamente “El Misterio Pascual nos hace pueblo de Dios”. Sublime.

De nuevo el estresante piano de Refree descomponía de manera cubista para hacer intuir una composición que nos recordaba la maravillosa ‘Asturias’ de Isaac Albéniz, aquella obra que a pesar de su nombre está más bien relacionada con el flamenco. Descomponer para componer, fragmentación en estado puro para alcanzar lo sublime y alcanzar el clímax casi por soleá con el cante desgarrado y expresivo del Niño de ElcheLas campanas redoblaron / Las sepulturas se abrieron / Los muertos resucitaron”.

Y del éxtasis a la paz de la compañía “Sin ti nada me puede faltar”, cantaba el Niño de Elche como si le hablase a Raül con el que establecía un diálogo sonoro perfecto, que continuaba con los sonidos guturales producidos por el Niño, casi como si de una llamada a la mezquita se tratase. Refree empuñaba de nuevo su guitarra para rasgar sus cuerdas de la manera que lo hacía en aquellos toques que incluía los discos ‘Granada’ de Silvia Pérez Cruz o ‘Los Ángeles’ de Rosalía, para introducir una de las seguiriyas del Nitri grabada por Antonio MairenaLas manos a mí me duelen / de tanto llamar / yo me encontraba entre sueño y sueño / por la madrugá”. Continuaba el Niño acordándose de su referente MairenaPor los grandes dolores / que pasó mi Dios / para recibir a la mare de mi corazón” en esos “días señalaítos de Santiago y Santa Ana” y de nuevo alcanzar el éxtasis cubista, para descomponer de nuevo el cante en silábico y quejío interminable, que sería interrumpido por la ovación sincera del público asistente.

Y es que la obra está concebida como una sola pieza, casi como una ópera interminable que nunca debería tener fin, sin tiempo para interludios. No hay canciones, no hay temas, no hay palos, es una continuidad musical que transita, gracias a la experimentación, por sonoridades que evocan, que ambientan, que inspiran, que aluden. Un ‘ecstasis’ musical que imbuye al público en un estado inmaterial, etéreo, espiritual. Una obra de arte que sin duda se acerca conceptualmente a otras disciplinas.

Tras la ovación del público, volvían los artistas a las tablas para interpretar el Salmo 21 de Ernesto CardenalPor qué me has abandonado”: “Yo podré hablar de ti a mis hermanos / te ensalzaré en la reunión de nuestro pueblo / resonarán mis himnos en medio de un gran pueblo / Los pobres tendrán un banquete / nuestro pueblo celebrará una gran fiesta / El pueblo nuevo que va a nacer” intensificando para hacer infinito ese pueblo nuevo que va a nacer, como si de un deseo necesario se tratase, como un ruego al cambio, como una traslación de lo humano a lo divino.

Redacción: Onésimo Samuel Hernández Gómez.

Fotografía: José Miguel Cerezo Sáez.

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