Con El Pele, pasó un tornado por la Peña El Taranto

 Concluyó la serie de 6 recitales programados para la 45ª Semana Flamenca de la Peña El Taranto con la actuación de otra primerísima figura: Manuel Moreno Maya «El Pele» (Córdoba, 1954). Adecuado remate para un ciclo de nivel impresionante que ha situado a Almería, durante dos semanas, en el centro del universo flamenco. Y todo ello por «culpa» de una entidad cultural privada, cuyo presupuesto se nutre, en su práctica totalidad, de las cuotas trimestrales de sus socios. Cuota, por cierto, muy asequible para un altísimo porcentaje de los bolsillos y con descuento del cincuenta por ciento para los menores de 30 años. La inscripción ha estado siempre abierta -hoy en día se puede hacer por internet- a cualquier aficionado a nuestra arte más universal. La Peña El Taranto, lo he dicho y escrito en más de una ocasión, forma parte del patrimonio cultural de nuestra tierra, que es necesario cuidar, entre otros motivos por su gran repercusión cultural y social desde que se creó en 1963. Está por mérito propio en la élite del ámbito flamenco sin que se le pueda acusar, sin faltar a la verdad, de elitista. Eso es lo que hay y perdonen ustedes la digresión.

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El Pele es uno de los puntales vivos del cante, «un flamenco en su estado más natural, vitalista y anárquico, como buen gitano«, tal y como le define Agustín Gómez. Dos horas antes de que se abrieran las puertas, comenzaban a hacer cola los aficionados. No quiso iniciar su recital hasta no conseguir que Tomatito accediera a sentarse en la primera fila, a metro y medio del joven guitarrista Niño Seve que debió sentir lo mismo que un servidor cuando se examinó de PREU, en Granada, allá por el cuaternario. El Pele, rompiendo cánones, inició el recital con «Dime Ana«: una canción preciosa, con letra del polifacético Pedro Peña, cantada con una gran fuerza emotiva que nos puso a todos los pelos como escarpias. Después cantó de forma impresionante por soleá, como nadie puede hoy hacerlo o casi nadie, para dejar el beneficio de la duda. A continuación cantó por malagueñas: «la de La Trini y la de Chacón pero una ensalá a mi aire», dijo El Pele.

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De nuevo surgió el enorme cantaor, en las siguiriyas, con una de cambio sencillamente insuperable. Para terminar su actuación, por alegrías. Un cante que nos mostró El Pele más anárquico, el que más lucha por la ruptura, por la creación o, mejor dicho, por la innovación. En el flamenco, la innovación no es algo de origen científico, se rige por el sistema de prueba-error y solo yerra el que se atreve. Y con las alegrías, siempre en mi modestísima opinión, este genial cantaor cordobés, no acertó en lo estético. El producto resultante no mejora lo anterior y no está al nivel artístico de El Pele. Como le dijo a un amigo mío su mujer, después de probar un helado de su invención: «la próxima vez échale un poco más de azúcar y, mejor, no lo vuelvas a hacer más«.

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De cualquier manera, el recital tuvo una enorme altura artística y el público se quedó con las ganas de que El Pele concluyera por bulerías. Pero, con la camisa empapada en sudor, él ya se había dejado la voz y el alma. Después, como solo ocurre cuando actúan los más grandes, en los corrillos de aficionados abundaron los debates encendidos. Había pasado un tornado por los aljibes.

A la guitarra le acompañó un estupendo artista, Severiano Jiménez Flores «Niño Seve» (Córdoba, 1982) que debutaba en El Taranto. Otro nombre más que añadir a la brillante y larga lista actual de buenos guitarristas. Con el cajón flamenco, se acopló al sentido del compás descomunal de El Pele, su hijo José Moreno. ¡Viva el flamenco cordobés!

Redacción: Miguel H. Pérez.

Fotografía: Jesús Amat.

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