El alma de Camarón suena en "Más allá de la leyenda"

Viernes 29 de septiembre, nueve y diez minutos de la noche, el Teatro Romea de Murcia abría sus puertas a “Más allá de la Leyenda”, un encargo del Centro Cultural Conde Duque de Madrid a Jorge Pardo para conmemorar los 25 años de la triste desaparición del genio de San Fernando, Camarón de la Isla.

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Era la segunda vez que se representaba el espectáculo “Más allá de la leyenda” tras el estreno en el Conde Duque y había mucha expectación. Sobre el escenario cuatro de los más grandes músicos que ha dado la historia del flamenco: el flautista y saxofonista Jorge Pardo, el bajista Carles Benavent y los percusionistas Tino di Geraldo y Rubem Dantas ¡Cuántos buenos sonidos nos han dado! ¡Cuántos buenos ratos nos han hecho pasar! ¡Cuánto le debe el flamenco a esta generación de músicos que han derribado tantos muros! Posiblemente tendríamos que reconocer muchísimo más la labor de estos musicazos que tantas puertas y ventanas abrieron y continúan abriendo. La escena se completaba con la percusión de Jesús Román “Marotito”, los teclados de Roberto Gómez, las guitarras de John el Canelo, Carlos Llave y del hijo de Camarón, Luis Monje, y las voces de Bernardo Vázquez Rocío y Gema Monje, también hijas del genio de San Fernando.

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Comenzaban a sonar las guitarras a un ritmo frenético, las palmas de Rocío, Gema y Bernardo marcaban el compás, Roberto Gómez apuntaba unos acordes al teclado, Carles Benavent comenzaba su exhibición, inmenso, siempre preciso, Tino di Geraldo ponía toda la fuerza rítmica, Marotito lo acompañaba mientras Rubem Dantas jugaba con ellos. Carlos Llave lanzaba algunas notas sueltas con su guitarra eléctrica, todo iba cogiendo forma y Jorge Pardo lo redondeaba. Sonaba la Leyenda del Tiempo, inmensa, haciendo justicia a tan magna creación. Las hermanas Monje y Bernando lanzaban su voz al aire para acordarse del maestro “El sueño va sobre el tiempo / flotando como un velero / Nadie puede abrir semillas / en el corazón del sueño”. ¡Enorme! Continuaba la música y el director de la orquesta, Jorge Pardo, presentaba a cada uno de los músicos que saludaban al respetable en forma de solos instrumentales. Más de 10 minutos de “Leyenda” cargada de fuerza pasión y sentimiento. Concluía el tema y el público ya estaba imbuido en el “universo Camarón”. Jorge Pardo daba la bienvenida a los asistentes y reconocía que había revivido algunas las sensaciones que tuvo en aquel único concierto, celebrado en Barcelona en 1979, en el que se pudo escuchar en directo aquel disco que supuso un antes y un después en la historia del flamenco y posiblemente también de la música, La Leyenda del Tiempo.

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Pasaba el tiempo pero continuaba la “leyenda”. Comenzaban a sonar las notas que nos introducían en el “Romance de la Luna” “La luna vino a la fragua / con su polisón de nardos / el niño la mira, mira / el niño la está mirando”. Los espectadores mirábamos como niños, sonreíamos como niños y escuchábamos como niños a ese rey que es Carles Benavent, ocupando el centro del escenario, elevado, sobre su silla de terciopelo rojo, impartiendo una lección magistral de bajo flamenco en un solo de auténtico lujo. Quilates a raudales en los dedos del maestro cuyas pulsaciones acarician las cuerdas para extraer melodías majestuosas. Aplausos para el romance, Bernardo Vázquez puntualizaba en el interludio “Yo he venío a cantar por Camarón, no como Camarón”, a pesar de ello algunos ecos no dejaban de recordarnos al genio de San Fernando, salvando las distancias claro está.

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Turno para los tangos, de nuevo virtuosismo instrumental que introducía el cante de Gema y Rocío que poco a poco se van haciendo con el escenario (ya las habíamos podido ver en otras ocasiones y se confirma la correcta progresión). Largo repaso de muchos de esos tangos que hizo inmortales el maestro y que sin duda son himnos del flamenco por derecho: “Como el agua” del disco con el mismo nombre publicado en 1981, “Rosa María” de 1976, “Y mira que mira y mira” del disco “Castillo de arena” de 1977, “Yo vivo enamorao” del disco «Calle Real» de 1983 y “Te lo dice Camarón” de 1986. Todo perfectamente ligado e instrumentado con el gusto que lo hubiese hecho el maestro. El respetable tarareaba los cantes, ¡Quién no ha cantado alguna vez una de esas letras! El ambiente se iba caldeando, seguramente el genio de la Isla estaría levitando en el cielo admirando cómo se respeta y disfruta su obra cuarenta años después de haber sido creada. Ovación cerrada del público asistente, es lo que tiene aquello de la memoria.

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Pero el espectáculo tenía que continuar. La sonanta seguía con el Canelo y Carlos Llave que se quedaban solos en el escenario junto a Gema, Rocío y Bernardo quien entonaba la “Canastera” de 1972 con esa maravillosa letra que dice “Alborea / tú eres el aire que a mi me lleva” y ligaban con los fandangos de Alosno bien coreados por las hijas de Camarón que cerraban la tanda con aquellos fandagos tan bellos de “que llores por mi querer a ti te tiene que llegar el día”. Salían de las tablas del Romea Gema, Rocío y el Canelo y entraban Luis Monje, “Marotito” y Antonio Gómez. Era el turno de las seguiriyas “Campanas del Alba” con esa letra que dice “A la Iglesia Mayor fui / a pedirle al Nazareno / que me salvara a mi padre, / me contestó que no / que me dejaba a mi madre”. Para finalizar el solemne cante, Gómez y Marotito incluían sus sonidos para acentuar el dramatismo.

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La seguiriya dejaba un vacío enorme en el escenario, pero Jorge Pardo salía para llenarlo todo. En uno de los momentos emotivos de la noche, el madrileño se sinceraba ante el público para contar la historia de la pieza que iba a interpretar a continuación. En tierra flamenca y minera como Murcia, no podía dejar de interpretar una taranta, como siempre hace cuando viene por estos lares, pero esta vez nos contó la historia de esa composición, y es que fue Camarón el que se la enseñó cuando estaban preparando aquel concierto de presentación de “La Leyenda del Tiempo” de Barcelona. El de la Isla, con el objetivo de que Pardo interiorizase esos aires mineros fue capaz de estar tres días durmiendo en el sofá del minúsculo piso que Jorge compartía con su hermano Jesús, hasta que consiguió que el ahora “Premio Nacional de Músicas Actuales (2015)” y “Mejor músico de Jazz europeo (2013) » interiorizase ese toque. Jorge, emocionado, admitía todo lo que le había transmitido con aquel gesto Camarón y lo plasmó sobre las tablas del Romea con ese toque sincero y magestuoso, lleno de melodías que nos recordaban a esos “Pícaros tartaneros que un lunes por la mañana les robaron las manzanas a los pobres arrieros que venían de Totana”. Vítores entre el público. No va más, solo nos podemos rendir ante los maestros.

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Y de la emotividad a la fiesta, Jorge Pardo nos había hecho volar a todos con esa taranta y era el momento de celebrarlo con el “Volando voy” con todos los músicos sobre el escenario. Parte del público comenzaba a levantarse en el patio de butacas para bailar y disfrutar con lo que allí estaba ocurriendo. Bernardo Vázquez, Gema y Rocío Monje se acercaban al proscenio para bailar y animar mientras cantaban. El lío estaba montado y el público supo disfrutarlo. El éxtasis estaba llegando y era el momento de Carles Benavent que, acompañado por Tino di Geraldo, Rubem Damtas y Carlos Llave, rendía su particular homenaje con esa bulería por seguiriyas que grabó Camarón en el disco “Soy gitano” en el año 1989 titulada “Dicen de mi” y que el propio Benavent versionaría en 1995 en aquel disco publicado por Nuevos Medios titulado “Agüita que corre” acompañado a la guitarra nada más y nada menos que por el maestro Paco de Lucía. ¡Tremendo! Carles hace que las duras cuerdas del bajo estén más juntas que nunca y suenen orgánicas trasmitiendo gamas de color interminables. Un lujo para los sentidos en toda regla.

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De nuevo baile de artistas en el escenario, era el momento de “Marotito”, Luis Monje, el Canelo y Carlos Llave. Soniquete por bulerías para dar pie a Bernardo Vázquez quien se acordaría de “La luz de aquella farola” y “Gitana te quiero” del disco “Como el agua”, del “Pañuelo a rayas” del disco en directo “Camarón en París 1987” para cerrar con “La cigarra”. De nuevo volvían todos sobre el escenario y continuaba la fiesta por bulerías. Introducción a base de solos de percusión del maestro Tino di Geraldo a la batería, preciso, incomensurable, enorme, lleno de sonoridades que ponían la guinda a la noche ¿Es posible jugar más con el ritmo flamenco que como lo hace di Gerlado?, permítanme dudarlo. Los maestros le dejaban espacio a “Marotito” que se explayaba gustosamente con sus percusiones mientras Rubem Dantas le acompañaba de esa forma que solo saben hacer los grandes maestros. Cerraba Dantas con el virtuosismo que le caracteriza y ponía el broche de oro a esa sinfonía percutiva. ¡Ole Señor Dantas! Cuando la humildad y la genialidad rebosa por los cuatro costaos se pueden ver gestos como ese. Al compás por bulerías se unían el resto de instrumentos y las voces para interpretar las bulerías de Juana Cruz, la madre de Camarón, “Si pasas por el molino” y poner al público en pie.

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Gritos de “soy gitano” se escuchaban desde el patio de butacas, el público con camiseta estampadas con la cara de Camarón a modo de bandera se acercaba al escenario para vitorear y saludar a los músicos. El Romea se venía abajo y los músicos atendían la petición del respetable para cerrar el concierto con un mítico “Soy gitano” que costará tiempo olvidar. Por un momento el Romea se convirtió en el tablao Torres Bermejas donde el genio de San Fernando pasó su juventud. Jorge Pardo alzaba su voz para decir “Esto es más allá de la leyenda”, Dantas miraba al cielo y lo señalaba alternándolo con su corazón. Los músicos se abrazaban sobre la escena, habían hecho algo grande, había recordado al maestro como se merecía. Hacía tiempo que no vivamos un momento así en un Teatro y una vez más lo consiguió Camarón.

Redacción: Onésimo S. Hernández.

Fotografía: José Miguel Cerezo Sáez.

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