Alfonso Salmerón con el Niño de la Fragua. Belleza desnuda de voz y guitarra cuerpo a cuerpo
La semana flamenca que, como cada año, y con ésta son ya 45, organiza la peña almeriense El Taranto, no ha podido empezar con más pureza ni con más arte. La simple lectura del cartel estimula las papilas gustativas, hace salivar y promete placeres intensos en lo que sin duda es la Semana Grande del flamenco.
El pasado jueves disfrutamos del primer menú, el cante clásico, jondo y antiguo del gran cantaor almeriense Alfonso Salmerón. La guitarra que le acompañó, la del joven David Delgado, Niño de la Fragua, posee una pulsación frenética y dulce al mismo tiempo, un toque de sabor antiguo especiado con toques de modernidad, que señalan el perfil inquieto e investigador del joven David.
Un público expectante se empezó a arremolinar casi una hora antes del inicio del recital, entorno a los aljibes andalusíes, monumento sin par que, como cada año acoje, abierto y sin condiciones, el legado flamenco de los artistas que van actuando y dejando su impronta en cada ladrillo que confugura la belleza de su arquitectura. Voz y guitarra cuerpo a cuerpo. La acústica y el recogimiento del lugar impresionanates, invitan a entrar en un estado mental próximo al culto religioso. Y así fue. La elección de los cantes de Salmerón, condujeron al público a un paraiso espiritual dónde la máxima fue el disfrute.
Tras la presentación de la Semana Grande del Taranto, por parte de Rafael Morales, el presidente de la solemne peña, Salmerón empezó un recital intimista, divino. Abrió por granaínas y media granaina, con una afinación impoluta. El Niño de la Fragua estuvo a la altura, regalándonos perlas, como fue una falseta soberbia del Amor Brujo hilvanando el primer tercio con el segundo. Continuó el deleite por alegrías de Cádiz. Fue sorprendente disfrutar los versos mecidos por Salmerón y acompañados en el vaivén sincronizado de la guitarra. Soleá de Alcalá rematada por bulerías, rescatando letras antiguas, casi perdidas: «Por el hablar de la gente olvidé a quién quería; pa mientras viva en el mundo, se me acabó la alegría«. Tientos, seguidos de un taranto por taranta con una bonita letra de Salmerón continuó el recital intimista. Y llegó la seguiriya donde el cantaor se rompió con una emoción palpitante y una letra desgarradora dedicada a su hermana María Salmerón, recientemente fallecida: «Con qué fatigas llamo a mi hermana y no me responde. Loco me vuelvo de pensar en mi hermana. Ya no la tengo«. Como no pudo ser menos, después de un cante tan sentido, el público epató con el artista con una enorme y sonora ovación. Continuó la emoción por fandangos, y llevó, finalmente al público al extasis marcándose Dos gardenias por cuplé bulerías.
Sencillamente soberbio.
Redactora: Carmen K. Salmerón.
Fotografía: Jesús Amat.